‘Nuestro tiempo’ y el fracaso del deseo

Mi cuenco de mendigar
Acepta hojas caídas

El cine de Carlos Reygadas siempre ha tenido una fuerte carga personal, aun cuando él se encargue de negarlo o evadir la cuestión. Su vida, de manera consciente o no, parece filtrarse a su cine, es parte del “juego” que como director busca plasmar en pantalla. En más de una ocasión, por ejemplo, ha dicho que Luz silenciosa (2007) es su cinta más autobiográfica, en ella vemos a un matrimonio menonita donde el marido es infiel. Nuestro tiempo (2018), su nuevo trabajo, es una continuación de esa búsqueda, de acercar la vida (filtrada, subjetiva, inventada, posible) a la pantalla, no hay mayor muestra de ello que la aparición del director y su esposa, Natalia López, como los protagonistas de la misma.

La película cuenta la historia de Juan Díaz (Reygadas), un afamado poeta que es dueño de un rancho taurino, su esposa se encarga de administrar el lugar. Ambos mantienen un matrimonio abierto, con la libertad de echarse una canita al aire cuando así les plazca. Sin embargo, la llegada de un nuevo amante sacudirá los cimientos de la pareja y provocará una fuerte crisis personal en Juan, quien debe enfrentar la posibilidad de que el amor de su esposa tenga un nuevo receptáculo.

Nuestro tiempo, de entrada, parece seguir un camino similar al del proyecto anterior del cineasta mexicano, Post Tenebras Lux (2012), donde también se habla de la crisis desatada al interior de una familia porque uno de sus integrantes intenta (sin éxito) afrontar su adicción al sexo y la pornografía. No obstante la estética y el armado sea similar, Nuestro tiempo tiene como tema central el deseo, la manera en que buscamos controlarlo y el fracaso inevitable de esa búsqueda.

Son tres temas que la cinta propone desde sus primeras secuencias. Al inicio vemos a un grupo de niños jugar en una charca llena de lodo, donde parecen estar conociendo el mundo, sorprendidos de las posibilidades y cada novedad que se les presenta. El grupo decide realizar una travesura para apoderarse un flotante donde un grupo de niñas descansa.

De ahí, pasamos a un grupo de adolescentes que platican y conviven como cualquier congregación de su edad, presente se encuentra un muchacho que mira con embeleso a una de las jovencitas, incluso coquetea abiertamente con ella hasta que el novio de la chica se hace presente.

Posteriormente, la esposa de Juan (Natalia López) arrea unos toros, una demostración de habilidad al montar para entretener a sus invitados en el rancho. Los presentes insisten y el poeta ganadero decide participar del juego junto a su consorte, sólo para comprobar que su habilidad no está a la altura de la de su compañera, punto que remarcan con alegría los visitantes.

Reygadas estable con esas tres escenas los roles que jugarán sus protagonistas. La manera en que el deseo no se corresponde y la imposición termina por convertirse en veneno puro para su relación. El fracaso, para el autor, es inherente a la experiencia humana, sobre todo cuando aquel que lo padece es quien se ha encargado de inducirlo. Es esta caída lo que nos fuerza como seres humanos a confrontarnos con nosotros mismos, descubrir la esencia misma de nuestra existencia. Es un punto que se refuerza en la narrativa suelta de Reygadas (donde Bergman, Bresson, Ceylan y otros se encuentran), donde el espectador encontrará espacio suficiente para confrontar sus propias ideas o naturaleza.

Sin duda, la película está filtrada desde una mirada masculina que busca imponer su deseo en el entorno inmediato. Es Juan quien decide el tipo de relación que mantiene con su esposa y él que, se sobreentiende, ha sacado mayor provecho del arreglo. No obstante sus deseos se quiebran, su esposa no solo aprovecha sexualmente el acuerdo sino que termina por encontrar quién provoque un sentimiento profundo de amor en ella. El deseo de Juan por controlarlo todo, termina por llevarlo al camino de la autodestrucción. Juan, al final, es un remedo de la imagen que proyecta al mundo, de poeta y artista cosmopolita. Es ese toro que por seguir su naturaleza termina por caer al barranco.

Nuestro tiempo es la historia de un hombre que pensó podía dominarlo todo y que terminó por descubrir que era sólo eso: un hombre.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Publicado originalmente en Forbes México Digital,
retomado con permiso de su autor.

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