‘Extraño pero verdadero’ y la violencia citadina

La violencia siempre ha acompañado a la Ciudad de México. Tal vez la guerra contra el narcotráfico tenga el foco de los medios en provincia, sin embargo, la ciudad se tiñe todos los días de rojo, sobre todo a los márgenes y en las colonias llamadas “populares”. Parece que vivimos en un país donde el crimen difícilmente encuentra castigo, donde sólo nos queda aguantar, levantarnos y seguir. Vivimos en un país sin respuestas.

Ese es el tema central de Extraño pero verdadero (2017), la nueva cinta del realizador mexicano Michel Lipkes (Malaventura). La película sigue a un par de jóvenes pepenadores, Yesi (Itzel Sarmiento) y Jonathan (Kristyan Ferrer), quienes pasan sus días colgados de un camión de basura bajo las órdenes del Maestro Limpio (Luis Enrique Parra) y la atenta mirada de la Momia (Alfredo Blanco). Ellos intentan disfrutar de su relación amorosa entre marginación social y amenazas de su entorno (el Maestro ha puesto su lasciva mirada en Yesi). La realidad es una losa inamovible.

El trabajo de Lipkes sigue la extensa corriente del cine mexicano que busca enfrentarnos con lo duro de la vida en los estratos más bajos de nuestra sociedad. Un mundo sórdido, agreste y sin, aparente, futuro (en este caso, filmado en un estilizado blanco y negro porque, en palabras del cineasta, no quería convertir la violencia en explotación).

Así es como Extraño pero verdadero tiende puentes con cintas como Los olvidados (1950) y al cine negro mexicano en general (Víctimas del pecadoUn rincón cerca del cieloVagabunda), incluyendo una secuencia en el emblemático puente de Nonoalco –curiosamente la realidad, volvió a ganarle la partida al cine como lo demuestran a hechos recientes. Asimismo, como en el clásico de Buñuel, Lipkes se da tiempo de insertar pequeños símbolos en medio de la crudeza: un vagabundo entierra a un bebé o esa serpiente que cruza la pantalla a través de la basura. Por ahí se asoma un VHS de Gummo (1997), para que quede claro el tipo de cine que busca Lipkes.

La película nos muestra el callejón sin salida en el que transcurren los días de un gran número de mexicanos, este es un estudio de la condición humana con pocas respuestas porque el mundo tampoco las tiene. “Pedro, `El Jaibo‘ y sus compañeros nos revelan así la naturaleza última del hombre, que quizá consista en una permanente y constante orfandad,” escribió en 1951 Octavio Paz sobre los protagonistas de Los olvidados, un par de líneas que siguen vigentes y se ratifican en el largometraje de Lipkes.

“De todos modos nos va a chingar”, dice Yesi cuando Jonathan le asegura que el Maestro no se atrevería a violentarla sexualmente, es una frase que engloba todo, su futuro condenado a lo mismo. Incapaces de abandonar esta ciudad donde, en efecto, pasa todo y nunca pasa nada.

Es nuestro México.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Publicado originalmente en Forbes México.

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