La libertad implica la renuncia a la estabilidad, pero ¿cómo entiende nuestra sociedad esos conceptos y cómo es que los construye? Estos parámetros parecen venir de un consenso dictado siempre en pos de intereses económicos que cada vez atrapan en sus peligrosas redes a una gran cantidad de incautos, las líneas que definen un espíritu libre cada vez ven más reducido su margen de acción.
La cineasta belga Agnès Varda, rebautizada como la abuela de la Nouvelle Vague, caracterizó su trayectoria cinematográfica tomando una postura humana, no feminista, patente en filmes de profunda humanidad como La Bonheur (1967) o de innovador candor como Cleo de 5 a 7 (1962) y que en Sin techo ni ley (Sans toit ni loi, 1985) encuentra un renacer artístico retomando un ideal libertario de antaño y como, 20 años después, el mito de libertad se ha topado con una montaña de mugre, indiferencia y odio.
El filme se desarrolla en un invierno en el Sur de Francia, cuando una joven harapienta es hallada congelada. Es así que a través de flashbacks y entrevistas descubrimos la historia de Mona Bergeron, sexualmente ambivalente y en ávida búsqueda de una dirección. El mundo se entrega a ella y no ella al mundo. La, en aquel entonces, debutante Sandrine Bonnaire interpreta a Mona con rostro lavado, candoroso y de facciones tan suaves que son casi eróticas.
La gracia y frescura natural de Bonnaire son claves para que el periplo sufrido por su personaje resulte profundamente empático, pero a diferencia de otros filmes que se mueven en claves similares, Varda presenta a una mujer fuerte que asume la responsabilidad del ejercicio de su libertad. Si de algo se hace responsable al mundo, es de la ingratitud y desprecio que siente por algo que simplemente no entiende.
Logrando un delicado equilibrio, Varda se consuma como una auténtica maestra que ejerce un dominio formal de pericia tal, que su retrato tremendista evita los adjetivos miserables y se decanta por una poesía visual tan “libre” como su protagonista, entendiendo ambas que la libertad, personal o creativa, es un arduo andar vagabundo, en el que la pulcritud no es nunca un sinónimo de sinceridad.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)
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