Mubi Presenta: ‘Líbano’ de Samuel Maoz

Por mí se va hasta la ciudad doliente,
Por mí se va al eterno sufrimiento,
Por mí se va a la gente condenada.
Dante Alighieri, Divina comedia, Infierno

La experiencia bélica es tan amplia como la normalidad. La guerra es la cotidianidad en el infierno, construida por una lógica de fantasía primaria y brutal. En el campo de batalla no se amenaza ni se imagina con la venganza; se mata. La guerra es libertad moral. Y sin embargo la consciencia se abre un espacio entre la carne chamuscada y el metal humeante para denunciar este albedrío, desertarlo en nombre de la compasión. Lamentarlo. Si Stanley Kubrick denunció este goce psicopático en Cara de guerra (Full Metal Jacket, 1987), Samuel Maoz lo rechaza por completo, agobiado por el terror de sus propias experiencias en Líbano (Lebanon, 2009).

Lejos de las máquinas de matar de Kubrick, los personajes de Maoz son hombres. Cuando entra por primera vez al tanque Rino, el novato Shmulik (Yoav Donat) desciende a un mundo constreñido, hecho de hedores y metal tatuado con una leyenda: “El hombre es de acero. El tanque es sólo de hierro”. Conforme avanza el primer día de la Guerra de Líbano de 1982, Maoz demuestra lo contrario: el hombre es de carne y emoción; de sensación y mortalidad. El tanque, donde se desarrolla toda la cinta, resume la vivencia bélica para el director como un claustrofóbico y repugnante ataúd donde la desesperación ahoga los días. El solo contacto con el mundo lo aporta la mirilla de Shmulik, quien se convierte a sí y a la audiencia en actor y testigo impotente de la atrocidad. La distancia con sus blancos, sin embargo, no le reduce la culpa. Shmulik puede ver con claridad los ojos de sus víctimas y el resultado de jalar el gatillo. Es un cobarde, pero bajo el principio de la empatía. Matar no le es fácil.

Tampoco es sencillo el rol del comandante, Assi (Itay Tiran), menos experimentado que el cargador, Hertzel (Oshri Cohen), porque aspira a un ascenso que implica exigir demasiado de sus hombres. Hertzel lo confronta continuamente, minando así sus expectativas, mientras Yigal (Michael Moshonov), el conductor, se burla tímidamente. Él extraña a su madre. La tripulación interactúa solamente con el duro paracaidista Gamil (Zohar Shtrauss), a cargo de la misión, y un prisionero sirio (Dudu Tassa), a quien amenaza un repulsivo falangista (Ashraf Barhom). El elenco de Maoz representa una vergüenza nacional, explorada un año antes por Ari Folman en Vals con Bashir (Vals Im Bashir, 2008). Para Maoz, como para Folman, la colaboración israelí con la Falange Libanesa es un pacto diabólico, irresponsable, que provocó la masacre de Sabra y Shatila y un doloroso trauma que aún no se alivia. Maoz continuamente ve la guerra, a través de la mirilla de Shmulik, como un error incorregible, un siniestro espectáculo de culpa y humillación que principalmente resienten los civiles.

El asco de Shmulik al destrozar a un hombre o a una familia inocentes brota dentro del tanque como un musgo expresionista. Cuando le disparan un cohete, el interior del vehículo se cubre de agua, colillas de cigarro, latas de refresco, crutones de sopa desparramados, orina, formando un charco donde se resume la perdición. Hermana pesimista de la ciénaga con chatarra en La zona (Stalker, 1979), de Andrei Tarkovsky, en esta agua no hay nostalgia ni vida, sino una abismal negrura, evocadora de los fétidos túneles de Andrzej Wajda en Kanal (1957). Maoz comunica el interior de sus personajes, en caída libre hacia el quiebre, con la inmundicia del tanque.

Las atrocidades también son voz del horror, cuyo grito se resiente a lo largo de la cinta para dar un mensaje político, pero sobre todo ético: la guerra es incorrecta. La obviedad no le resta lo original, y aun menos lo honesto, a la visión de Maoz, sino que la autentifica y la confirma como una molécula imprescindible en el cine antibélico. Ver Líbano es estar en Líbano y asumir con los sentidos una responsabilidad humana: la de, ante la oportunidad de jalar el gatillo, soltarlo.

Por Alonso Díaz de la Vega (@diazdelavega1)

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