Jane Campion: Al final del orgasmo

En el pensamiento de Jane Campion, la Mujer Frígida se coloca en el centro. Producto de su tiempo o de su familia, la protagonista de Campion es una mujer tímida o excepcionalmente extrovertida, cuyo erotismo, expandido por un guía masculino, un Virgilo, es la arteria que la conecta al mundo. La impotencia sexual de la mujer es la barrera que limita la percepción y la integración con el todo. La afinidad de Holy Smoke (2000) con la visión hinduista del sexo como contacto entre la divinidad y el espíritu, encuentra en la mujer que toca y que se deja tocar el corolario de una aventura heroica donde la niña crece y, ya mujer, se entrega a la realidad.

Cuando en la obra maestra de Campion, El piano (The Piano, 1993), una mucama reacciona al talento musical de Ada (Holly Hunter), se sintetiza el juicio más feroz de la auteur neozelandesa sobre el origen de la autorrepresión femenina. “Que un sonido se te meta no es agradable”, dice. La concepción mojigata de la música no como placer, sino como rito frígido, expresa una comprensión fanática de lo inmaterial, basada en el miedo al cuerpo. Para liberarse, nos muestra Campion, la mujer necesita aceptar su sensualidad y desatarla en el amor. El cuerpo no nos aleja del infinito; nos conduce a él. Baines (Harvey Keitel) toca a Ada a través de un orificio pequeño en la ropa, a cambio de dejarla tocar su piano, que es su lenguaje. El intercambio es uno de libertad por libertad, aunque ella, muda y cohibida, no lo considere así. El hombre de la naturaleza, de los follajes y los animales, busca el amor de Ada, mientras su esposo, el torpe Alisdair (Sam Neill), atemorizado por su propia carne, espera que ella se deje poseer. El amante masculino se manifiesta como una rima entre opuestos.

Los Gemelos de Campion representan los polos no de la masculinidad, sino del universo mismo. La libertad y la opresión, la virtud y el vicio, los Gemelos son el absoluto entre cuyos brazos la mujer recibe experiencia y sabiduría en cualquiera de los dos modos: el Amante y el Dueño. Baines y Alisdair; Giovanni  y Ritchie, en En carne viva (In the Cut, 2003); Keats y Brown, en El amor de mi vida (Bright Star, 2009), se friccionan, y de las chispas nace la voluntad de la mujer, aunque ésta permanece con el Amante, que vence al Dueño. El conflicto no siempre es directo, pero su resultado es evidente cuando Fanny (Abbie Cornish) pasa de ver como un fastidio la poesía, la única forma de intercambio erótico en El amor de mi vida, a esforzarse por comprenderla, debido a su amor por John Keats (Ben Whishaw). Brown (Paul Schneider) intenta disuadirla. Se burla de sus intentos por entender a John Milton y la intenta alejar de Keats, pero la perseverancia y la templanza la esposan para siempre con el gran poeta romántico. En En carne viva, Giovanni (Mark Ruffalo) y Ritchie (Nick Damici) se arrebatan a Frannie (Meg Ryan) en un invisible vaivén que culmina con el reconocimiento del verdadero Amante. La Mujer Frígida de Campion siempre elige con prudencia al Gemelo que la iluminará, pero no siempre lo necesita. Cuando la protagonista no busca la realidad en la oposición, la directora cambia su enfoque.

En su debut, Sweetie (1989), Campion nos presenta un döppelganger de la protagonista para expresar una dicotomía interna. Kay (Karen Colston) es la Mujer Frígida; su hermana, Dawn (Genevieve Lemon), el llamado de la lascivia. La muerte de Dawn se convierte en una esencia que Kay asume y le permite hacer el amor con su novio tras un periodo sin sexo. Al fin Kay cumple con el consejo de su adivina: “Coraje y sexo, eso es el amor”. Campion ve en la unión erótica una llave hacia los secretos del universo, pero en el amor la sabiduría no para descifrarlos, sino para admirarlos. Sin ese descubrimiento, para la Mujer Frígida el mundo mismo es terror constante. Janet Frame (Kerry Fox), en Un ángel en mi mesa (An Angel at My Table, 1990), se disputa entre su temor y  su curiosidad. En España, Janet piensa sobre una enigmática mujer: “Yo quería ser como ella, llena de secretos”. Ella desea ser una pregunta, no estar llena de ellas a causa de su inexperiencia; sin embargo, su timidez frena toda tentativa por trascenderse a sí misma. Aunque un Amante fugaz la abre, Janet se mantiene introvertida, pero no se cierra; encuentra la libertad en la aceptación de sus límites.

El final menos típico de Jane Campion habla por todos los demás, pues mientras en otros pudiera parecer que el significado de la vida propia está en el amor de otros, el desazolve no de las pasiones, sino del alma, le permite a Janet decidir la naturaleza de su felicidad. En su viaje del deseo a la libertad, como todas las protagonistas de Campion, Janet se explora, se conoce, pero al final decide no transformarse. Es el amor por la vida misma lo que las mujeres de Campion encuentran al final del orgasmo, ya sea solas o en compañía. Florecen tras el invierno de sus sentidos hacia la primavera de la experiencia.

Por Alonso Díaz de la Vega (@diazdelavega1)

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