MUBI Presenta: ‘Le Havre’ de Aki Kaurismäki

Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios.

La migración es un fenómeno que ha prevalecido desde el principio de las civilizaciones, sin embargo, desde la democracia griega comienza a ser motivo de exclusión; la instauración de una república relega a quienes no son ciudadanos o, en su defecto, castiga con el exilio a uno de los suyos. La conformación de estados-nación a  finales del siglo XVIII exacerba el sentido de pertenencia, identidad y las fronteras naturales y políticas: el mundo se divide en propiedades infranqueables. Las grandes potencias que se consolidarán después de la revolución industrial, serán formadas por migrantes en búsqueda de fortuna propia.

Le Havre, el puerto de la esperanza (2011), último largometraje del experimentado Aki Kaurismaki, es la narración de Marcel Marx (carismático y valiente André Wilms), un escritor de vida bohemia autoexiliado en Normandía, su esposa Arletty (pálida e inmutable Kati Outinen) y el encuentro de Marx con Idrissa (Blondin Miguel), un niño inmigrante del África negra que se dirige a Inglaterra. La secuencia con la que abre la memorable ficción del director finlandés, se desarrolla en el puerto Le Havre (refugio), un no-lugar que se vuelve bálsamo para la ola de inmigrantes provenientes del sur del mediterráneo y el oriente medio. Un no-lugar que es habitado por los marginales, por los que no tienen nombre, por lo que sólo van de paso.

Marx adopta el oficio de limpiabotas para no perderse en las teorizaciones literarias y minúsculas de su otrora vida bohemia. Su vida transcurre de su pobre oficio al bar de su barrio –frecuentado por los rostros pseudo ilegales, por las sombras sin documentos– y su vida marital. Por un momento no sabemos si estamos en la Europa de los sesenta (la paleta e iluminación nos trasladan a la ambientación de Antonioni) o en la posmodernidad del siglo XXI. El contraste entre el barrio de Marx y la realidad del puerto es significativa: el mundo se divide entre la hostilidad de las políticas de persecución y el cálido refugio de los alguna vez perseguidos.

Pareciera que Kaurismaki sólo expone el lado bondadoso y romántico de la migración: las acciones altruistas y generosas que no buscan reconocimiento ni nada a cambio, sin embargo en un secuencia breve, un guiño nos reconcilia con la realidad: el exilio del exilio, microsociedades hostiles y desconfiadas que viven en la periferia esperando siempre la traición y la deportación y, a pesar de la desconfianza, se comparte la comida y el cigarro.

Huir de la guerra y el hambre para ser una sombra en donde se busca algo muy cercano a la esperanza es una situación tan cercana como anigua. La visibilidad de los movimientos migratorios y la discriminación por una errado sentido de pertenencia ha sido expuesto en los últimos años desde la península balcánica (Xenia, Panos Koutras, 2013), América Latina (Llévate mis amores, Arturo González, 2014) o en guiños norteamericanos (The Witch, Robert Egers, 2015).

La narración de Kaurismaki nos traslada por diversos géneros cinematográficos en donde a pesar de la complejidad social, el hilo conductor es el humor. La intención lúdica es una manifestación de principios y de praxis, de inteligencia y reconciliación. Los guiños literarios que van desde el Sermón de la montaña hasta Kakfa, así como la ecléctica banda sonora, hablan de una pluralidad cultural que permea no sólo Europa, sino el mundo. Pocas cosas tan absurdas como creer en la pureza cultural y de raza en un mundo que nunca ha cesado de compartirse y mezclarse. Arriesgar la propia miseria en la solidaridad del desconocido, en la ayuda de quien sólo va de paso.

El trabajo de Aki Kaurismaki es un bálsamo en el maremágnum de la violencia y políticas antimigrantes de la Europa central, de las discriminación de los mexicanos hacia los migrantes de Centroamérica y los absurdos y provocadores discursos de un candidato republicano a la presidencia de la potencia dominante. Un respiro que nos recuerda que las fronteras son concesiones y que más allá de los límites artificiales podemos encontrar refugio, apertura y solidaridad; un hogar cálido, una acción concreta.

Por Icnitl Y García (@Mariodelacerna)

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