‘El maestro del dinero’: Furia en los ratings

Un pronunciado coraje, visceral rabia e impulsivo actuar ha dominado el grueso de la masa, cuando menos desde que el sociólogo francés Gustave Le Bon buscara desmenuzar a inicios del siglo pasado el errático actuar de la misma. Pero, ¿puede un individuo abstraer el sentir popular? El cine hollywoodense de los años 70, particularmente filmes como Tarde de perros (1975) o Network (1977) del maestro Sydney Lumet condensaron el momento de profundo malestar social en histrionismo fúrico y sofisticada técnica.

Por su parte, la actriz y cineasta estadunidense Jodie Foster (The Beaver, 2010), propone en El maestro del dinero (Money Monster, 2016) un filme de inspiración lumetiana que se diluye en ambigua complacencia y en inofensiva denuncia. La trama presenta a Lee Gates (George Clooney, encantador cretino), conductor de un programa de televisión sobre finanzas que en medio de su chillante programa es invadido por un iracundo inversionista (Jack O’ Connell) y que pone a Gates y su productora Patty Fenn (Julia Roberts) en una situación angustiante.

Foster, más diestra para la dirección de actores que en sus nulas ambiciones formales, crea una cinta de agudo entretenimiento que trata de revirar la ira contra la maquinaria anárquica de Wall Street, después de los excesos condenados la tendencia fílmica que incluye The Big Short (2015), El lobo de Wall Street (2013) o el documental Inside Job (2010) y que ahora pone al ciudadano ordinario y corriente (O’ Connell) al centro de su historia, pero tal condición es engañosa.

El descontento que inspira el temor, rápidamente se convierte en ingenuidad para pasar a un patetismo castrado del que los medios, en este caso representados por Gates y su productora, generan empatía y se alían para perseguir al “verdadero villano” de bigote torcido y sombrero de copa negro, el inversionista tranza de prístino cuello Walt Camby (Dominic West) que por un “fallo técnico” despareció 800 millones de dólares.

La política liberal de Foster permea la cinta, llena de ágiles diálogos entregados con dinamismo por su ensamble actoral, pero no son ni la sombra de la corrosiva verborrea del escritor Paddy Chayefsky (Network, 1977), aunque considerando el resultado final, las intenciones de Foster parecen quedar más ancladas en el montaje de un show televisivo con ínfulas de virulencia digital que más que trascendencia, busca ser actual, tirando inofensivos memes y gifs a un codicioso Goliath, mientras el enojo y la furia de las masas, se convierte en lucro para los medios.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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