Para MMC
Hace unos años la legendaria actriz y directora Liv Ullman se quejaba en una entrevista con el crítico Miguel Cane* sobre la falta de pensamiento y sensibilidad en el cine actual, un lugar en el que los jóvenes ven “películas estúpidas y vulgares”. “Todo es corte-corte-corte, nunca ves de lo que se trata la vida, de lo que se trata tu corazón, de lo que se trata tu pulso”, se lamentaba Ullman.
En Metal y Hueso (De rouille et d’os, 2012), Jacques Audiard logra exactamente eso, mostrarnos la vida tal y como es. Con sus accidentes, su dolor, su realidad, su corazón, su pulso. Las situaciones presentadas por Audiard se sienten tan reales que es difícil creer que se circunscriban a la pantalla del cine.
Alain (Matthias Schoenaerts) llega a casa de su hermana después de cinco años de no verse, lo acompaña su pequeño hijo Sam (Armand Verdure). Nuestro protagonista encuentra trabajo como sacaborrachos en un club nocturno, ahí conoce a Stéphanie (Marion Cotillard), una instructora de orcas, a la que salva después de que un hombre la golpeó. Como primer cumplido él le dice que viste como una “puta”. Días después de Stéphanie perderá las piernas en un accidente, sumiéndose en una profunda depresión.
Al igual que Un profeta (Un prophète, 2009) –el trabajo anterior de Audiard–, De rouille et d’os brilla al salir del estereotipo en que podría caer su historia, después de todo no es más que una cinta sobre una chica con problemas que conoce a un chico con problemas y juntos maduran y resuelven satisfactoriamente sus vidas.
La forma en que el director francés –quien escribió el guión junto a Thomas Bidegain– desarrolla las acciones es tan natural e impredecible como la realidad misma. Por ejemplo, la discapacidad de Stéphanie nunca es vista con tremendismo, no debemos compadecernos de ella, así es la vida. Nuestra existencia siempre estará llena de obstáculos y soledad, es la forma en que la enfrentamos lo que marcará la diferencia.
Parte importante de que la cinta funcione es el desempeño de sus actores. Matthias Schoenaerts tiene una presencia física similar a la de Jakob Cedergren (Submarino, 2010), pero a diferencia de éste cuenta con las habilidades actorales necesarias para hacer de Ali un hombre entrañable. Junto a él, Marion Cotillard logra la mejor actuación de su carrera –superior a la de La vie en rose (2007) por la que ganó un Oscar–. Su desempeño es, en una palabra, maravilloso.
Sin caer en la “cursilería disfrazada de sensibilidad” –Leonardo García Tsao dixit– muy común en el cine francés, Audiard entrega una película cruda que busca provocar sentimientos profundos en el espectador y lo logra.
El cine nunca será un retrato fiel de la realidad, pero Audiard está muy cerca.
Por Rafael Paz (@pazespa) vía El Financiero.
*Addenda, Liv Ulman: Cara a cara; Miguel Cane; Íntimos Extraños; Ediciones B Grupo Zeta; 2006