‘Assassin’s Creed’: El arma de doble filo

¿Qué haríamos si podemos ver nuestro pasado? Callum Lynch (Michael Fassbender) es un paria, un sobrante de la sociedad. Sin sospecharlo, el día que recibe la inyección letal su vida comenzará de nuevo, pues la violencia con la que creció no es resultado del azar, es más bien una herencia, un legado que lo transformará en un Asesino, una organización secreta de la cual formó parte Aguilar, su ancestro en el siglo XV.

Assassin’s Creed se funde en el universo de Callum y su inesperado pero necesario contacto con una organización y su revolucionaria tecnología que permite el acceso a los recuerdos genéticos mediante el Animus, una máquina que construye una suerte de viaje en el tiempo. Sofía (Marion Cotillard) y su ambicioso padre Rikkin (Jeremy Irons), serán los encargados de introducir a Callum en este nuevo universo.

La película dirigida por el inglés Justin Kurzel, basada en el famoso videojuego que lleva el mismo nombre, da los antecedentes necesarios para que el espectador se familiarice con el universo que rodeará a la franquicia: un proyecto ambicioso y que, en este primer acercamientom, da muestras de una búsqueda de identidad, algo necesario en una industria repleta de adaptaciones, superhéroes, explosiones y batallas.

Esta identidad proviene de la dirección de Kurzel, un director que ha destacado en producciones previas orientadas a universos más pequeños y poéticos como su versión de Macbeth (2015), que fue parte de la Selección Oficial de Cannes ese mismo año. Así, y aunque Assassin’s Creed está alejado de lo que estamos acostumbrados a ver de Kurzel, aún prevalecen ciertos aspectos visuales como la fotografía, el uso de los grandes parajes como escenarios de la devastación, la violencia y el horror, una selección de escenarios que terminan de darle vida a la atmósfera sucia, devastadora y confusa de la Europa controlada por la Santa Inquisición.

Además, en esta predilección por las decisiones creativas poco comunes, sobresale el poco uso de efectos especiales pues tal y como lo declaró Kurzel en la conferencia de prensa realizada en México, las coreografías en las batallas, los saltos entre edificios y la cámara durante las persecuciones da un efecto abrumador de acción y velocidad que se agradecen; sin embargo, estas escenas son, quizá, lo más rescatable de esta producción, ¿por qué?

Pensemos primero en las actuaciones, saber que actores de la talla de Cotillard, Fassbender, Irons o Kenneth Williams levantó un interés genuino pues son talentos poco comunes en proyectos de esta naturaleza. Assassin’s Creed ya aseguraba una posible vuelta de tuerca en manos de Kurzel, pero en lugar de eso, somos testigos de puestas en escena contenidas, de una Cotillard desaprovechada, un Irons gris y un Fassbender que trató de añadirle a su personaje un poco del estilo al que estamos acostumbrados de su trabajo: un ser atormentado por su pasado, violento, solitario, inmerso en su propia búsqueda de la verdad… pero ganaron los torsos desnudos, la musculatura y el carisma innegable.

Después de las actuaciones vayamos a la historia. Basarse en un videojuego puede ser un arma de doble filo ante los fans, los nuevos espectadores y el estilo ante la avalancha de estrenos. Pasar o no desapercibido. En este caso, la producción decidió adaptar libremente a su antecesor y en algunos aspectos, es evidente que estas modificaciones son dirigidas a asegurar el futuro de Assassin’s Creed sin pensar exactamente si la trama tiene una dirección inteligente, lo suficientemente seductora para no ser tan previsible como parece ser. En esta primera entrega, el enfrentamiento entre el bien y el mal termina por inundar todo el previo introductorio de los personajes que, por momentos, parecían tener una construcción interesante, una sensación que termina por derrumbarse cuando no queda nada más que la venganza y una maquinaria de poder en el mundo contemporáneo que peleará contra estos cuatro personajes insurrectos (liderados por Fassbender) que aprovecharán la clandestinidad, ¿hay alguna novedad?

Al final, Assassin’s Creed ofrece una ligera propuesta novedosa en comparación a sus producciones contemporáneas. La historia es frágil pero entretenida, con el ritmo suficiente para las casi dos horas de duración, lo único seguro es que hay un festín visual gracias a Kurzel y al australiano Adam Arkapaw, el director de fotografía que ha sido reconocido numerosas veces por su trabajo en la televisión (Top of the Lake, True Detective).

Por Arantxa Luna (@mentecata_)

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