‘Maze Runner’: Llegarle a ciegas a un young adult

Antes de comenzar a decir cualquier cosa sobre Maze Runner: correr o morir (Maze Runner, 2014) debo hacer una aclaración inicial: nunca leí ninguno de los libros que conforman la trilogía en la que la película está basada. Esto podría considerarse como una carencia importante al momento de analizar la cinta y probablemente lo es. Pero claramente la falta de conocimiento de contexto brinda una perspectiva diferente para voltear a ver la película.

Justo como dice Bilge Eberi: “no saber nada sobre Maze Runner no es una mala manera de ver Maze Runner”. Ciertamente la película trae toda una historia detrás que la sostiene y los reproches sobre los caminos que ésta toma no recaen ni sobre Wes Ball ni sobre James Dashner. No es su culpa, pues, que se trate de un clarísimo ejemplo más de que el fenómeno Young adult es uno de producción en serie. El amigo Negrete lo dijo de antemano hablando sobre The Hunger Games: “… presenta los elementos que más apelan a la atención de toda una generación de adolescentes y adultos ofreciendo un atractivo balance entre el role model, la “violencia” del material y el comentario social.”. Maze Runner reúne esas tres características de forma casi inmediata.

Su premisa sale de ahí. Un grupo de jóvenes que se ha encontrado aislado en un bosque, en donde solamente hay un laberinto que alberga la posibilidad de un escape y que cambia los caminos cada cierto tiempo, se ve en la necesidad de rebelarse contra sus propias leyes al recibir a un par de miembros nuevos en el grupo. Ahí está el role model de nuestros héroes, la violencia del encierro y el comentario social de su desenlace. Pero antes de llegar a deducirlo, pareciera ser una cosa completamente diferente.

Lo que dice Eberi es muy cierto en los primeros minutos de la película. Al no conocer nada sobre el contexto de Maze Runner el espectador goza de una duda genuina por todo lo que sucede ahí dentro, al igual que los personajes. Uno se cuestiona sobre ese universo al igual que el grupo de adolescentes encerrados. Y conforme aparecen pistas para las respuestas parece tornarse más complejo y gratificante. Más terrible tanto para ellos, como para nosotros.

Llegar a ciegas implica por momentos tener reminiscencias de lo que se vivía al ver Lost de manera religiosa. También trae consigo apreciar la belleza de la naturaleza detrás del caos que parece haber sido retratada por Terrence Malick en tiempos en donde decir que algo parece de Malick es una broma. De inicio es un misterioso y bello experimento de ciencia ficción que parece recaer en una maldad inimaginable. Conforme más avanza la película, más se convierte en lo que arriba se discutió. Mientras más se acerca a su final, más cercano se está a la decepción.

Al final del día, Maze Runner es un producto más de esa serie de historias que veneran la vitalidad adolescente, que denuncian la injusticia sobre la juventud y que aplaude la rebelión ante las figuras de mayor edad. Ya hay muchas de esa calaña, pero pocas se ven como ésta en sus primeros minutos. No hace falta leer su bibliografía para apreciarlos e incluso no hacerlo podría beneficiar a la película. Los demás minutos son poco generosos con el espectador al igual que, supongo, los siguientes libros con el lector. La película no acaba porque todavía habrá más por venir para los personajes. Ahí adelante ya no habrá sorpresas que apreciar.

Por Joan Escutia (@JoanTDO)

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