Lejos-cerca: una tarde en el cine con John Zorn

Solicité un día de mis vacaciones en el trabajo, para poder asistir al ciclo de cine curado por el multiinstrumentista neoyorquino John Zorn, quien se presenta en nuestro país por tercera ocasión. Ahora con motivo de la gira de su onomástico número 60, y como padrino del festival de nuevo cuño en nuestro país: Bestia.

Lo que mejor me acomodó para poder ver la mayor cantidad de filmes posible fue el día martes, en el que corrieron tres funciones casi al hilo en la misma sala, todas musicalizadas por el saxofonista y director de Moonchild, ensamble que tocará en el marco de Bestia en el Museo Anahuacalli: The Golden Boat (Bélgica, 1996, la cual no curó Zorn pero se escogió para complementar el programa), Nobel Prize Winner (Holanda, 2010) y un ciclo compuesto de tres cortometrajes y dos animaciones de diferentes países y autores.

Debo confesar que acudir a la Cineteca Nacional un martes por la tarde me fue un tanto ajeno, parecía que lo veía de lejos: estudiantes, tiempo tranquilo, sin la romería y los comentarios de expertos de cine odiando todo. Conocí la obra de John Zorn en 1997, tenía catorce años. El tiempo ha transcurrido y me siguen agradando algunas cosas del compositor de ascendencia judía, entre ellas sus incursiones en el cine. No recuerdo alguna programación que lo involucrara en pantalla grande en nuestro país, pero sí lo he visto en vivo las dos ocasiones anteriores en las que ha venido a tocar y platicar de su trabajo. Hay autores y obras que son parte de tu historia personal, como la Cineteca y las tardes de estudiantes, pero que ahora lucen distantes.

Una sala abajo del 50% de su capacidad, The Golden Boat del director Raoul Ruiz prometía avant gard, jazz punkeado y mucho New York despiadado y gandallón: el filme juega con el absurdo y el sinsentido con muchas reminiscencias a la Jim Jarmusch. Un filme negro que rinde homenaje a los melodramas nacionales y que es un collage que difícilmente se va a digerir a la primera: un asesino se pega como una maldición a un crítico de rock que también pinta y se las arregla como puede. Para darle un toque aún más vertiginoso y abigarrado, un filósofo entra en acción y el drama, la incongruencia y las frases sueltas con mensajes ocultos van haciendo una síncopa imagen-sonido, en donde la música tétrica, las voces operísticas y el free jazz neoyorquino van en momentos especiales para contribuir al desarrollo narrativo, o sencillamente van “donde no deberían de ir” marcándonos ciertas ironías. Una película que reta, nos recuerda también a Lynch y a muchos filmes negros bien logrados pero disparatados hasta la médula.

“Todos caemos con la gente equivocada”, dice uno de los personajes de The Golden Boat. Y qué bueno que así sea, se evidencia al final de esas situaciones que parecen una calamidad para sus personajes. Escaso público, escasos comentarios, uno que otro muy sacado de onda, otros divertidísimos y algunos con dudas existenciales gruesas. No hubo heridos.

Segunda función: Una novela negra en blanco y negro y un Zorn de fondo más sosegado, con menor intervención y que en cierto modo se diluye. Nobel Prize Winner de Timo Veltkamp, quien nos cuenta una comedia negra, en donde un escritor fracasado tira su novela y se da por muerto; su obra es rescatada y se usa para salvar la carrera de otro escritor. Los enredos y escenas demasiado fieles al género, contrastan con el sonido de Zorn que casi puede o no estar, cumple, al igual que la película, la cual por cierto nos recuerda marcadamente a dos filmes de Woody Allen, con argumentos más o menos parecidos: Celebrity (1998) y You Will Meet a Tall Dark Stranger (2010), que retratan de una forma muy cliché, aunque no menos certera, a los azotados escritores a los que no les va bien y la injusticia siempre les pone a un pelmazo al que le va mejor. La sala 8 de la Cineteca lucía más nutrida y la gente se percibió más positiva en cuanto al filme. Me sentí lejos de Zorn y lejos de las comedias de escritores que me gustan, todo fue tan obvio… pero a la holandesa. Pero es una película relajada y amena para una tarde de martes en la que lo mejor aún estaba por venir.

El ciclo de cortometrajes hizo ver más llena la sala, con un público más especializado y grupos nutridos de estudiantes fans de la música de John Zorn: el resultado con cada cortometraje parecía generar ceños fruncidos, al igual que sonrisas y rostros concentrados: las animaciones Boy (Rusia, 2008, Dmitry Geller) y Kiya Kiya de Akino Kondoh (2011, Japón) dejan lucir a John Zorn en diferentes facetas: la primera grave y casi ambiental, la segunda dulce, mística y sosegada, en la tradición de sus discos melódicos The Gift (2001), O´o (2009) o Dreamers (2008). El primero pareció lograr un tibio agrado generalizado y el segundo fue corto, dinámico y bello en sus formas, sensual, surreal y ligeramente sórdido. Aunque bueno, a mis vecinos de la fila de atrás, que no paraban de comentar la película, parecía enojarles uno más que el otro.

Por su parte, la hora lograda del programa fue la hora del sexo, con el cortometraje de The Black Glove (Maria Beatty, 1997): 27 minutos en blanco y negro, de un elegante filme sin diálogos, sadomasoquista-lésbico-surreal, bondage, erótico que si cortó la respiración de casi toda la sala y provocó que una pareja de personas mayores abandonara la sala. La afición de Zorn por la estética sado y bondage se ha visto reflejada en algunos de sus proyectos, como en Naked City y en algunas portadas de ciertos ensambles, sin embargo en The Black Glove, la música de Zorn aunque es más atmosférica e incidental en la mayoría de los casos, le imprime mayor tensión a la situación que vemos a cuadro. Un filme erótico y elegante. Consenso: a todos les fascina el sexo.

Dela misma directora de The Black Glove, vimos también Belle de Nature (2009) que es una analogía bella grabada en 35 mm, durante 12 minutos y medio de duración. Vemos la relación de Clara con su sensualidad, con la naturaleza: bichos, tierra, su sexo húmedo, caracoles, lluvia, fertilidad, feminidad y naturaleza. Una suerte de antítesis, aunque también sensual, de The Black Glove. Realmente bella, y la música que escribió Zorn para el trabajo es realmente bella, sí, natural, melódica aunque sin perder el halo de la experimentación, la atmósfera y los disloques imagen-sonido esporádicos.

La noche había terminado y sólo faltó poder acoplar una película más de todo el programa (Workingman´s Death, Australia, 2005), pero quedé con esa sensación de que aunque en el plano general el trabajo de Zorn se logra apreciar en pantalla, en la mayoría de los casos, los tropiezos técnicos en algunas proyecciones y el convencionalismo de algunos trabajos rompía con la propuesta del compositor en cuanto a su propia curaduría. No en todos los casos se logra acoplar el sonido y la imagen, no es cosa sencilla, de alguna manera son dos medios en pugna por no ganarse el uno al otro y que al final el equilibrio impere para hacer lucir a ambos. El trabajo de Zorn es tan diverso, como múltiples sus resultados, en algunos casos brilla más la propuesta musical (The Golden Boat, Belle de Nature, Kiya Kiya), en otros es la película la que diluye el sonido (Boy, Nobel Prize Winner) y en otros se amalgama de forma contundente (The Black Glove, Well Then There Now).

Zorn, como el buen cine y los buenos tiempos, a veces están cerca de nosotros y en ocasiones parecen lejanos.

Por Ricardo Pineda (@Raika83)

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