Las mujeres de Scorsese: evidencia de compasión

Una esponja ensangrentada riega su agua rojiza sobre la espalda blanca de Jake La Motta. La hombría del boxeador está en exhibición en el ring por un boleto y unas palomitas de maíz. Los golpes de Sugar Ray Robinson aterrizan sobre él pero es su esposa Vikki quien se cimbra desde su asiento. Su desesperación reacciona como los cortes en el cuerpo de Jake.

La ecuación de estas tomas en Toro salvaje (1980) constituye un paralelo entre hombre y mujer que resume el tema del género en la obra del cineasta italoamericano Martin Scorsese: la condición humana trasciende los sexos. El dolor y la violencia se transmiten diferentes, pero esencialmente son los mismos.

Sin embargo, normalmente se concibe el cine del director como “viril, yo soy de la idea que, a veces, hasta misógino”, afirma Jorge Gardoni, profesor de lenguaje cinematográfico y géneros dramáticos en la escuela Centro de Diseño y Televisión, pero él piensa que los roles femeninos “en los arcos narrativos de Scorsese son fundamentales (…) todas tienen un rol, no sólo dominante, equiparable al de los protagonistas masculinos, sino que a veces lo rebasa”.

La edad de la inocencia (1993)

Es lógico que se piense del cine del director de cintas como Taxi Driver (1976), Buenos muchachos (1990) o Los infiltrados (2006) como un portador de la voz masculina; sus protagonistas generalmente son arquetipos de machos con algo que demostrar, pero hay dos cintas que, junto con todos los personajes femeninos de su obra, prueban lo contrario: Alice ya no vive aquí (1974) y La edad de la inocencia (1993).

Alice… relata la historia de Alice Hyatt, una mujer recién enviudada (Ellen Burstyn) que emprende un viaje con su hijo preadolescente (Alfred Lutter) a Monterey, California, donde creció soñando con ser una cantante. Sus constantes errores la han puesto en una situación muy lejana a su anhelo y es ése rasgo el que la hermana con los protagonistas masculinos del director; sin embargo, a pesar de la perspectiva de una mujer, no hay feminismo donde existe equidad.

El cineasta asegura en el libro Scorsese on Scorsese, editado por Ian Christie y David Thompson: “Nunca pretendimos hacer de ella (la cinta) un tratado feminista. Era un filme sobre la responsabilidad propia y también sobre cómo la gente comete los mismos errores una y otra vez”. Todos los personajes de Scorsese, hombres o mujeres, comparten esta condición trágica.

Al respecto comenta Raúl Ojanguren, propietario del Film Club Café, un espacio dedicado al cine en ciudad Satélite, e impartidor de un curso sobre Scorsese: “si hoy la ves (Alice…) le encuentras más cosas que antes. Lo que todo el mundo decía en su momento que no tenía que ver con él, después de ver su carrera, te das cuenta cómo tiene todo que ver (…) son sus temas”.

Alice Doesn’t Live Here Anymore (1974)

En La edad de la inocencia, basada en la novela de 1920 de Edith Wharton, un aristócrata (Daniel Day-Lewis) sufre ante la posibilidad de salir de las convenciones sociales al enamorarse de la prima (Michelle Pfeiffer) de su prometida (Winona Ryder). Scorsese calificó la película como la más violenta que había hecho aunque fue clasificada PG, es decir, apta para todo público.

“No sé si sea lo más violento, pero sí hay una parte en que es evidente que el personaje de Winona Ryder se da cuenta (de lo que está pasando con su esposo) y es muy violento lo que hace ella (le dice al personaje de Day-Lewis que está esperando el hijo de ambos) porque es un momento de castración (…) y se acaba la vida para él”, opina Jorge Gardoni.

Scorsese dice encontrar esta fuerza “admirable”, pues ilustra cómo el personaje de Ryder “se convierte en el más fuerte de todos (…) aunque yo no esté totalmente de acuerdo con May, me gusta su crecimiento, de una joven a un persona que toma el control”. Raúl Ojanguren concuerda y ve en Day-Lewis a un “personaje (que) se mueve gracias a los dos personajes femeninos”. El hombre se reduce en su rol tradicional.

Este papel de la esposa que emerge como una figura contrapuesta a la de su cónyuge es típica en Scorsese, ya sea con Vikki La Motta (Cathy Moriarty) desafiando al brutal Jake en Toro salvaje o la esposa en la mafia, Karen Hill (Lorraine Bracco), en Buenos muchachos, apuntándole a su esposo
con un arma.

“Recuerdo haber visto la escena y después de ver las fechorías (de su esposo), el que ella lo amenace me pareció heroico”, asegura Gardoni, quien refiere al crítico Stanley Cavell y su libro Pursuits of Happiness: The Hollywood Comedy of Remarriage como una base para entender las influencias de donde pudieron haberse inspirado las mujeres de Scorsese.

En dicho libro, asegura Gardoni, “se nos habla de la mujer de la comedia escapista de los años 30 y 40, que es justo lo que sucede en Scorsese: la mujer se convierte en una figura heroica y no corresponde con la situación típica de los Estados Unidos de aquel entonces (…) en películas como It Happened One Night (1934) o All About Eve (1934)”.

“Es un poco lo que pasa con el personaje de Karen Hill, pues dentro de un esquema de mafiosos italoamericanos, el rol de la mujer está muy definido y quizás la excite el estar casada con alguien tan poderoso, pero ella toma el control y nunca deja a su esposo”, añade Gardoni.

Al respecto del contexto cultural, Raúl Ojanguren resalta la importancia de otra influencia importante de Scorsese: “una de sus referencias más importantes es el cine de gangsters de los 30. Si tú ves Little Caesar (1931), es increíble cuando el protagonista es cuidado por la madre. Ves eso y entiendes la presencia de la mamá en el cine de Scorsese, por la cultura italoamericana”.

Este arquetipo es fundamental, pues recurre constantemente en la forma de la madre misma de Scorsese, Catherine, quien interpreta a una mamá de la mafia en Buenos muchachos y Casino (1995); en ambas es una figura gentil y cariñosa, pero es el único personaje al que los criminales, y en particular un sicopático Joe Pesci, respetan.

Casino (1995)

“Su primera película, Who’s That Knockin’ at My Door? (1967) (…) empieza con una secuencia que me parece increíble: es la madre de Scorsese sirviendo la mesa. Es una escena increíble porque la mamá se sienta a la mesa y comen; es el personaje de respeto y ahí de aquél que le diga algo a la mamá. Es muy de su cultura esa recurrencia”, explica Ojanguren.

Gardoni concuerda y recuerda una situación similar en Buenos muchachos: “Acaban de matar a alguien y tienen la capacidad de sentarse a cenar. Son sicópatas, pero el rol que asumen en la mesa es como de niños pequeños: hicieron una travesura y le mienten a la señora”.

No sólo refleja Scorsese la cercana relación con su madre, sino también las que sostiene con amantes y esposas. A menudo un “caos”, como las califica Raúl Ojanguren, sus lazos amorosos son la inspiración de cintas como New York, New York (1977), donde se explora un tormentoso romance entre los personajes de Liza Minnelli y Robert De Niro. “Durante el rodaje, él tenía una relación similar con Liza y le estaba diciendo todo lo que le tenía que decir a través de De Niro”, revela Ojanguren.

Estos choques, esta violencia emblemática del cine de Martin Scorsese son precisamente lo que borra toda noción de sexo y revela el profundo humanismo del cineasta. Desde los encontronazos entre Alice y su hijo hasta la amenaza mortal de Karen Hill, las mujeres tienen un comportamiento conflictivo que las hunde junto con sus esposos y las hace indistinguibles de los hombres.

“Creo que no es un cine de mujeres ni de hombres; lo podemos sintetizar como un cine inspirado en la violencia de las relaciones humanas y manejado desde esa óptica, y en cuanto a la violencia en las relaciones humanas no hay género”, asevera Jorge Gardoni.

Martin Scorsese con los protagonistas de New York, New York (1977)

Y mientras que la acusación hacia Scorsese podría girar de misógino a misántropo, Raúl Ojanguren defiende la intención trágica: “Son películas donde el personaje entiende la lección. Son películas donde los espectadores nos tenemos que ver reflejados en ese personaje que está aprendiendo algo y, a través de ello, nosotros aprender”.

El director mismo asegura: “Quiero empujar la empatía emocional de la audiencia con ciertos tipos de personajes que normalmente son considerados villanos”. La tarea de los espectadores es entonces desvanecer el prejuicio y mirarse en un espejo, ya sea que un hombre lo haga viendo a Alice Hyatt, o una mujer comprendiendo a Jake La Motta, ver el cine de Scorsese es un ejercicio de compasión donde la redención es el fin último, y la responsabilidad, el aprendizaje básico.

Por Alonso Díaz de la Vega

*Texto publicado con el permiso de su autor. 

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