‘Lady Bird’ y el complicado camino a la madurez

Existen etapas de la vida que son sumamente complicadas y bastante importantes para todos, una de ellas es sin duda es la adolescencia, en el que buscamos tener una identidad propia y que comienza a marcar el camino que seguiremos durante los siguientes años para definir lo que será nuestro futuro. Madurar suele ser difícil, antes de lograrlo podemos cometer equivocaciones y llegar a sentirnos frustrados o podemos sentir que nadie nos entiende, aunque, generalmente, al final las cosas salen bien. Encontramos a personas en las que podemos confiar, decidimos lo que queremos en realidad y la vida sigue a pesar de los altibajos que se presenten. Todo lo antes mencionado es por lo que pasa la protagonista de Lady Bird (2017), una entretenida, honesta y bien lograda película sobre madurar y que refleja perfectamente cómo son las relaciones entre madres e hijas.

Con su ópera prima, la joven directora y también actriz Greta Gerwig nos convierte en cómplices de Christine (Saoirse Ronan), una chica algo impetuosa y soñadora que ha decidido cambiar su nombre a Lady Bird, haciendo que incluso sus familiares la llamen así, ella es parte de una humilde familia de la cual se avergüenza y con la que vive en los suburbios de Sacramento. La protagonista aspira a tener algo más en su vida mientras cursa sus últimos días en una escuela católica en la que siente que no encaja del todo e intenta encontrar la forma de ingresar a una buena Universidad para poder tener ese futuro diferente que tanto desea.

Es el año 2002 y mientras todo Estados Unidos sigue consternado por lo ocurrido el fatídico 11 de septiembre del 2001 en Nueva York, lo único que Lady Bird quiere es irse precisamente a dicha ciudad para estudiar ahí en alguna universidad, pues lo que la joven desea más es que su mundo se expanda, pero el problema es que su economía familiar no es la mejor y su mamá no está muy contenta con esas aspiraciones. Mientras avanza su último año escolar antes de iniciar con su etapa universitaria, la protagonista debe definirse a sí misma, encontrar eso que la haga feliz, aprender quiénes son las personas con las que verdaderamente puede contar y pasar por relaciones en busca del amor que muchos queremos encontrar a esa edad, pasando obviamente por sus respectivas decepciones.

Lady Bird es una película que destaca en varios aspectos debido a que cuenta con un guión fresco que da como resultado una historia original con la que es fácil identificarse, una dirección adecuada y poco solemne que le aporta un tono relajado, un contexto histórico reciente que nos hace recordar qué hacíamos en ese entonces, una identidad propia que nos pone nostálgicos mientras pensamos en lo que pasaba en nuestra adolescencia y buenas actuaciones a partir de las cuales los personajes logran sentirse reales.

El principal atractivo de la película es la manera en la que se presenta la relación madre-hija de la protagonista con su mamá, pues el resultado se siente muy real al contar con muchos momentos en los que uno inevitablemente recuerda haber protagonizado algo parecido con su propia madre. Lo que comienza como un instante cotidiano o una plática de un tema sin aparente importancia puede terminar en una discusión en la que los gritos y reclamos no paran, vemos calma y de la nada se desata el caos entre Lady Bird y su mamá, pero pasan unos minutos y de nuevo las vemos como si nada, así de complicadas y auténticas pueden ser las relaciones entre las personas y sus hijos. El mejor ejemplo de lo que será la cinta llega con la primera secuencia, pues ésta cuenta con un desenlace inesperado que nos deja claro que ni la protagonista ni su mamá cederán terreno, al mismo tiempo que nos damos cuenta que se aman demasiado como para estar enojadas mucho tiempo sin importar qué tan fuertes sean sus peleas.

Al final, Lady Bird es sólo una buena opción en la cartelera cinematográfica y no esa obra maestra que muchos críticos de cine o la Academia afirman que es.

Por Jonathan Sánchez (@JonathanEslui)

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