‘La posesión de Molly’: Familiar repulsión

Para bien o para mal, Eduardo Sánchez quedó marcado por el éxito de su ópera prima: El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, 1999), cinta que codirigió junto a Daniel Myrick (The Objective). La película de terror con estética de found footage inició una corriente de imitadores lo-fi que prevalece hasta nuestros días; los directores no lo inventaron, sí lo volvieron popular. Asimismo, gracias a su bajo presupuesto y abultadas ganancias en taquilla, se convirtió en un triunfo financiero.

Casi 15 años después, Sánchez no ha vuelto a alcanzar ese nivel de notoriedad. Y La posesión de Molly (Lovely Molly, 2012), su nuevo trabajo, no logrará regresarlo a las grandes ligas, sin embargo es una sólida demostración de sus mejores facultades como director.

Molly (Gretchen Lodge) acaba de casarse con Tim (Johnny Lewis), juntos se mudan a la casa que fuera de los padres de ella para iniciar una nueva familia. Un breve prefacio nos informó previamente de un mal inminente en la vida de Molly —una posible “posesión”—; por eso no resulta extraño que a mitad de la noche la pareja no pueda dormir por los ruidos de pisadas y rasguños dentro de la casa. Es sólo el comienzo de una espiral en picada.

La posesión de Molly corre sobre dos vertientes conocidas del cine de terror. La primera y más básica, el miedo a la casa embrujada y el temor de muchos ciudadanos de ver violado su pedazo de seguridad. La segunda abarca la transformación de una mujer aterrada de sus recuerdos y el pánico de repetirlos en su futura vida de casada, entrando al territorio del horror psicológico. Ambas complementan y enriquecen la trama, dando como resultado una cruza entre Terror en Amityville (The Amityville Horror, 1979) y la sublime Repulsión (Repulsion, 1965), de Roman Polanski, sin dejar de lado sus raíces en el found footage con varias secuencias insertadas nada más para despistar.

Al estar contada desde su perspectiva, Lovely Molly está filtrada con cierta mirada trastornada, llena de sonidos y elementos desconcertantes mientras ella se aleja de la realidad. El director mantiene abierta la posibilidad de que todo se trate de una verdadera posesión, de una posible entidad maligna o, incluso, de una posible adicción a la heroína. Una ambivalencia parecida a los ataques de pánico de los protagonistas de El proyecto de la bruja de Blair, nunca quedaba claro si había un espíritu en el bosque atormentándolos o todo era una creación de su psique perturbada. Así, el filme de Sánchez encuentra sus mejores momentos cuando su protagonista se enfrenta con su pasado y las preguntas comienzan a salir a la luz: ¿sufrieron Molly y su hermana abuso infantil?, ¿cómo era su padre?, ¿qué pasó en esa casa?, ¿esa silueta en las sombras es el demonio?

Sin ser perfecta, La posesión de Molly es un pequeño recordatorio de que detrás de El proyecto de la bruja de Blair había un par de directores con ideas, no sólo un truco de mercadotecnia.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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