‘Metéora’: Romance reprimido

“¿Acaso tú amas como amamos nosotros?” Ésa es la pregunta que le hace a Dios uno de los personajes de Metéora (2012), segunda película del realizador griego Spiros Stathoulopoulos. La búsqueda de la respuesta a esa interrogante impregna toda la trama. ¿Puede Dios sentir y amar como nosotros?

Separados no sólo física, sino geográficamente, un monje (Theo Alexander) y una monja (Tamila Koulieva-Karantinaki) viven un improbable romance. Tres picos se alzan sobre el horizonte, los de los extremos coronan su cima con viejos monasterios. A la izquierda vive ella, en monasterio accesible sólo por una red de carga. En el otro extremo habita él, su monasterio es asequible gracias a una empinada escalinata.

No sabemos cómo inició la relación, pero gracias a la sutil dirección de Stathoulopoulos podemos deducir que fue un intercambio de miradas el que inició la llama. Como cuando un par de adolescentes se miran a través de un salón de clases, sus ojos se encuentran y a partir de ese momento quedan prendados. Así es el idilio entre nuestros protagonistas, de una inocencia casi infantil. No es gratuito que se comuniquen a través de un par de pequeños espejos, reflejando la luz del sol en el cuarto del otro para hacerse saber que están ahí. ¿Puede el primer amor ser pecado?

meteora2

En Detrás de las colinas (Dupa dealuri, 2012) el rumano Cristian Mungiu mostraba el amor obsesivo —asumimos que también primerizo— que nacía en una señorita por su mejor amiga —con la que había vivido en un orfanato, ahora monja católica ortodoxa—, y cómo hacía hasta lo imposible por ser correspondida.

Mientras Mungiu aprovecha para hacer una reflexión —en tono casi hiperrealista— sobre el laicismo contra el catolicismo sin tremendismos. En Metéora, el amor de nuestros protagonistas se percibe tan natural que como espectadores empatizamos con sus sentimientos. Claro que su inocente relación choca con sus votos y juramentos que han tomado al ordenarse religiosamente. Pero un amor así sólo puede ser inspirado por algo divino.

Hay un sentimiento de desesperación que invade la trama. Como lo vemos cuando él pregunta “¿de qué color es tu cabello?” y ella se niega a responder, provocando que él lo averigue por la fuerza. O esa bella escena en que por medio de la animación se recrea el arte más identificado con el catolicismo ortodoxo; bajo el paisaje hay un laberinto con Jesús crucificado en el centro, la sangre de su sacrificio inmediatamente lo inunda todo sin que los personajes puedan hacer algo para evitarlo.

meteora3

De ahí que la culminación de su relación sea inevitable. Quizá no es mostrada con la misma sutileza o simbolismo en que navega la cinta, pero muestra la conclusión más lógica de ese amor. Su pecado más grande sería no ser libres y reprimirse, vivir en la desesperación es vivir sin libertad.

Algunos podrán encontrar similitudes —hasta cierto punto— entre Metéora y El cuento de Alibech, parte de El Decameron de Giovanni Bocaccio. En el relato, un hombre santo es tentado por la carne y figura de una tierna jovencita, sucumbiendo al pecado carnal sin remedio. La diferencia es el sentimiento amoroso de la película. Nuestra monja y monje se aman, su deseo nace de ahí y no es una mera provocación al amasiato.

Si Dios se parece en algo a nosotros, es porque alguna vez amó así.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Ésta es una reedición de nuestra cobertura del 33 Foro de la Cineteca Nacional.

    Related Posts

    MUBI Presenta: ‘Meteora’ de Spiros Stathoulopoulos
    ¿Qué estrena la Cartelera?
    33 Foro | ‘Metéora’: Romance reprimido

    Leave a Reply