Todo negocio, sin importar su especialidad, tiene una génesis. En el caso de McDonalds, la famosa franquicia de fast food, el conflicto de intereses a su interior derivó en una ola de discusiones que, subsecuentemente, la consolidó como una de la cadena de restaurantes más grandes en la actualidad.
Hambre de poder (The Founder, 2016) retrata cómo el vendedor Ray Kroc (Michael Keaton aprovechando el resurgimiento de su carrera) conoció a los hermanos Dick (Nick Offerman) y Mac (John Carrol Lynch) McDonald, quienes en la década de los cincuenta crearon un innovador sistema de comida rápida que posteriormente terminaría por instaurarse en todo el mundo.
El realizador John Lee Hancock otorga a la biopic una discreta aproximación hacia la mente detrás del robo de una oportunidad para ganar fajos de dinero, a costa de lo que sea y de quien sea. El guion de Robert D. Siegel construye, de manera sobria, la figura narcisista de Ray Kroc, un hombre venido a menos que encuentra una mina de oro en su vida, una que lo sacará de su mala racha como vendedor, sin evitar que la película se perciba como una historia de perseverancia.
Aproximado a la estética agridulce del idilio de Walt Disney y la escritora P.L Travers en El sueño de Walt (Saving Mr Banks, 2013) y alejado del exceso melodramático de Un sueño posible (The Blind Side, 2009), Hambre de poder recrea con acierto la época representada y adopta una postura neutral y una pizca de oscuridad que pone en perspectiva el maquiavelismo en los negocios, el surgimiento de ideas creativas, el oportunismo y el moto usual de los vendedores para lograr el acuerdo y la ganancia.
El relato reconstruye y entrecruza, también sin mucho riesgo, el surgimiento de la idea inicial de McDonalds a base de una importante conversación acompañada por un desfile de imágenes de tiempos clásicos en los que es presentada la idealización del sueño americano por parte de muchos estadounidenses: conformado por la búsqueda de un buen trabajo y calidad de vida. La faceta privada del empresario, la cual realiza un cambio crucial de entorno conforme triunfa la marca, pasa a un segundo plano en el desarrollo de la historia, así como algunos personajes secundarios, como la complaciente esposa Ethel (Laura Dern) o el socio Rollie (Patrick Wilson).
A su vez, el argumento enaltece a la perseverancia como el ingrediente de la fórmula del éxito, aspecto un poco difuso por el tono oscuro de la premisa y adquiere una postura neutral con respecto al origen de McDonalds, alejándose en explotar los detalles de la temática presentada y de la mezquindad de la personalidad de su protagonista, personaje aprovechado con grandes creces por Michael Keaton, quien realiza un sólido trabajo al recrear la manipulación y mezquindad en cada movimiento, voz y gesto en el rostro de Kroc.
Sin contar con la aguda perspectiva de los excesos del dinero y el sexo en El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013) y pecando con un poco de optimismo ante un escenario macabro en el surgimiento de la franquicia de McDonalds, Hambre de poder es un entretenido y meritorio punto de vista sobre la innovación de los negocios, el interés personal y la codicia.
Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)