‘Green Book’ y el arquetipo racial

La exposición de la irreverencia y la escatología representadas en la comedia estadounidense durante la década de los noventa estuvo a cargo de la mancuerna de los hermanos Bobby y Peter Farrelly, conformando en su repertorio identificables propuestas como Una pareja de idiotas (Dumb and Dumber, 1994), Loco por Mary (There´s Something About Mary, 1998) y Amor ciego (Shallow Hal, 2001), todas ellas contando con burdas referencias sexuales y chistes calificados como políticamente incorrectos que abordaban la discapacidad intelectual, mental, las obsesiones materiales, la perfección física y el absurdo de las situaciones y las coincidencias.

El divisivo humor de los Farrelly esconde en ocasiones sutiles perspectivas que buscan retratar la aceptación personal, la importancia de la personalidad en pos de la imagen y la igualdad racial. Deslindándose de los excesos escatológicos y emprendiendo la realización en solitario con cierto nivel de madurez, Peter Farrelly aborda con Green Book: una amistad sin fronteras (Green Book, 2018) los contrastes de las clases sociales, endulzadas con la amistad como medio de evolución y comprensión hacia las problemáticas del racismo.

A inicios de los años sesenta, Tony Vallelonga (Viggo Mortensen), trabajador italoamericano originario de los barrios del Bronx, es contratado como chofer por el pianista Don Shirley (Mahershala Ali) para efectuar una gira de conciertos al sur de los Estados Unidos, auxiliado por una libreta verde que indica lugares idóneos de alojamiento para afroamericanos en medio del crecimiento de conflictos raciales.

Basado en una anécdota real, el guion de Nick Vallelonga, Brian Hayes Currie y Peter Farrelly resalta un road trip benevolente que, atisbado con la simpatía de un humor muy medido por parte del realizador, opta por la sencillez para el desarrollo de la previsible amistad entre Tony y Shirley. Las personalidades de Vallelonga y Shirley (Mortensen y Ali desplegando buena química), contrastantes por la rudeza y abiertas posturas racistas del primero y de la distinción e intelectualidad del segundo, entrevén los sucesos sociales y las dificultades personales que los llevan a una aceptación recíproca gracias a los pormenores que acontecen en el benevolente viaje.

El relato, ameno, pero cargado de estereotipos, no ahonda demasiado en los prejuicios del color de piel y el conflicto de identidad de Shelley por la distancia de sus humildes orígenes de raza con  la alcurnia que lidia en la gira, siendo la connotación amistosa y costumbrista de Farrelly más próxima al clasicismo de El chofer y la Señora Daisy (Driving Miss Daisy, 1989), con su carisma y ligereza tópica rememorando al tono de la perspectiva racial femenina de Talentos ocultos (Hidden Figures, 2016) e Historias cruzadas (The Help, 2011).

Tradicionalista y acompañando con ligereza a la temática racista los vaivenes de la agitada vida del artista, el ocasional sentido de añoranza por la estabilidad de un hogar y los prejuicios en torno a la raza y al homosexualismo, Green Book opta por recrear, con más simpatía que originalidad, la benevolencia de la amistad sin importar las diferencias sociales.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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