FICUNAM | ‘El blues de Kaili’: Las notas del tiempo

En algún punto, todos hemos experimentado (o experimentaremos) un momento en el que el tiempo parezca suspenderse y exista un estado de desorientación continua y de una fugaz perpetuidad, tal como ese brillante momento que es la piece de resistance del aclamado debut del cineasta chino de 26 años Gan Bi, El blues de Kaili (Lu bian ye can, 2015) quién se alzó con el premio de opera prima en la pasada edición del Festival de Cine de Locarno y que tiene la distinción de remitir al trabajo de muchos cineastas y al mismo tiempo conservar una frescura única.

El filme presenta la historia de Chen Sheng, un médico que lleva una vida apacible en la provincia tropical de Guizh ou, trabajando en la Clínica Kaili y que después de una pelea con su hermano, un irresponsable y vagales padre de familia, se embarca en la búsqueda de su pequeño sobrino, viaje que lo habrá de llevar a la comunidad de Dang Mai, donde la vida de los locales es un completo misterio, que Gan Bi habrá de develar en una minuciosa y ágil coreografía fílmica.

Gan Bi usa sus influencia fílmicas con habilidad, mientras que el crítico argentino Roger Koza señala al chino Zhangke Jia (Pickpocket, 1997) el crítico Nick Pinkerton apunta a los primeros trabajos de Bertolucci (Prima della revoluzione, 1964) y se podrían añadir a la lista Pasolini (Mamma Roma, 1962) y Tsai Ming Liang (¿Qué hora es allá?, 2001), el trabajo del joven cineasta chino más que ser un collage de referencias finas, busca dilucidar de manera honesta y sobre todo, creativa, sobre el tiempo.

Intercalando temas religión budista (El Sutra de Diamantes, que enfatiza la no permanencia) con poesía, El blues de Kaili es un portento de jubilosa melancolía de la que destaca el impresionante plano secuencia de alrededor de 40 minutos en el que Chen, nuestro protagonista, después de cruzar un túnel que atraviesan unas vías de tren, llega a un pueblo en el que la cámara de Gan Bi parece convertirse en una pelota de ping pong de hoscos y suaves reveses por igual, musicalizada por canciones chinas pop o infantiles.

Gan Bi recurre más que a un trucaje vacuo a una elevada y onírica musicalidad, aquella que solo las densas notas de un nostálgico blues pueden alcanzar mientras se dibujan relojes en paredes o en el mismo aire.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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