Ellas hablan o la palabra como punto de partida para cambiar el mundo

La palabra otorga una forma y un orden a las ideas. La escritura las ancla. Existe así una posibilidad de configurar elementos de una realidad para, a partir de ellos, construir algo nuevo, algo que no hubiera existido antes sin esta concatenación. Es ésta la posibilidad inicial de donde parte Ellas hablan (Women Talking, 2022) —primero el libro y posteriormente su adaptación cinematográfica—: ¿hasta dónde puede el lenguaje realmente incidir en la realidad que nos rodea y, en muchos casos, nos aplasta? ¿Es posible crear algo lo suficientemente real, sustancial y resistente a partir de la enunciación y el intercambio de ideas? ¿Es la palabra el punto de partida para cambiar el mundo, nuestro mundo?

Women Talking inicia con una imagen devastadora: desde un punto de vista cenital presenciamos cómo una joven yace en su cama tras haber sido violentada sexualmente. Es de noche. Está sola, confundida y aterrada. Es una imagen que podemos decodificar instantáneamente, particularmente en tiempos como los que atravesamos donde se habla abierta y extensamente sobre este tipo de violencias. Habrá, incluso, espectadoras en cuyas memorias se detone el eco de alguna experiencia propia o conocida —esta sensación se afianza cuando una de las víctimas lo enuncia: es como si el dolor me llevara fuera de mi cuerpo—. La imagen es un golpe al hígado. Aun sin conocer previamente la historia que estamos por presenciar, las intenciones nos son anunciadas sin rodeos. Pronto entendemos que, como de este lado de la pantalla, no se trata de un caso aislado. Se vuelve evidente que se debe hacer algo al respecto de manera urgente.

Una vez que nos ha sido presentado el conflicto que desencadenará todo, descubrimos más detalles de la comunidad donde están sucediendo estas agresiones, la cual es regida por valores conservadores y religiosos que tienen a las mujeres agredidas maniatadas. Inspirada por un caso real que sucedió en Bolivia —pero creando una comunidad ficticia—, Miriam Toews, autora canadiense, construyó su novela a partir de las minutas tomadas por un personaje —claramente un aliado— de los debates que llevan a cabo las mujeres —todas analfabetas— sobre las tres posibilidades que tienen frente a ellas: perdonar a sus agresores, luchar contra ellos, o irse de la comunidad.

En estas discusiones se ponen sobre la mesa temas como la agencia sobre el cuerpo propio, la maternidad, los cuidados, las responsabilidades de los agresores y la educación de las infancias. Cada una de las intervenciones y sus interpelaciones son, entonces, cavilaciones como las que han prevalecido en tantas conversaciones en tiempos recientes gracias a la fuerza que ha adquirido el movimiento feminista.

Adaptar un texto a la imagen en movimiento implica un proceso de traducción que se queda corto en Women Talking: al partir de un relato que se sostiene enteramente por las transcripciones que hace un personaje de lo dicho por otros personajes, la cinta cae en la tentación de sostenerse completamente por la palabra y echar mano de recursos efectistas —la luz azul, la banda sonora— para intentar acentuar la emoción detrás de lo dicho. Se descartan por completo, en ese sentido, las infinitas posibilidades que ofrece la imagen en movimiento para profundizar en el contexto, en los mundos internos de estos personajes, en sus dolores, sus inquietudes y sus motivaciones.

Vale la pena entonces preguntarnos si el hecho de que una cinta tenga buenas intenciones o una agenda válida es suficiente para que exista en la manera en que lo hace. Si bien aquello que es explorado en Women Talking ha sido elaborado de manera mucho más profunda y minuciosa en incontables plataformas, la cinta parece ofrecernos una síntesis para ser consumida fácilmente que, mientras aparenta compromiso con la causa a la que adscribe, no aporta mayor cosa a una discusión constante, presente y en continua evolución. Si es cierto que la palabra es nuestra esperanza como punto de partida para cambiar el mundo, habría entonces que preguntarnos cómo trascender de ella, cómo dar el siguiente paso.

Por Ana Laura Pérez Flores (@ay_ana_laura)

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