Una entrevista con Mauricio Chernovetzky sobre Patitos feos

Tres hermanos, ermitaños de un rancho perdido en una de las zonas más áridas de Chihuahua, deciden salir de su disfrutable encierro para buscar la cabeza perdida de Pancho Villa, justo como se los indicó una visión en un viaje de peyote. Ésa es la historia de Patitos feos (2020), segundo largometraje del realizador Mauricio Chernovetzky, con quien tuvimos ocasión de cruzar algunas preguntas.

Butaca Ancha (BA): Tu ópera prima estuvo en Macabro FICH, The Curse of Styria (2014), y Patitos feos (2020) también se presentó en México por primera vez en ese festival, ¿qué sentimientos te despierta ser parte de su programación? La película no es precisamente de horror.

Mauricio Chernovetzky (MC): Patitos feos es una de esas películas que nunca pensé hacer en la vida, por eso estoy muy contento de haber logrado algo tan extraño, improvisado y libre. Siento un vínculo muy fuerte con Macabro. Cuando abrí el festival con Styria, Macabro me abrió muchas puertas.

No vivía en México, después de estar esos días y la recepción que tuve me cambió la vida. Estaba en Los Ángeles escribiendo otro guión, justo un guión que espero realizar pronto, se llama Sacrificios… a veces las películas toman muchísimo tiempo de desarrollo. Justo decidí regresar a México, nací en aquí y ya llevo varios años por acá, estoy muy agradecido porque siento que Macabro fue el festival que me abrió esa puerta.

Uno o dos años después, cuando estaba en Macabro celebrando, no tenía una película en ese momento y estando con tres amigos les dije: ‘parecen hermanos ustedes’, todos tenían diferentes tipos de experiencia actuando –Giancarlo Ruiz, Luis Deveze y Checo Rubio–, en esa fiesta de Macabro organizamos todo, nos pusimos de acuerdo para hacer una película completamente independiente, completamente delirante, libre, sin presupuesto y usando los recursos que teníamos. Empezamos a crear las ideas de cómo armar la película, luego ya se escribió un guión y unos meses después estaba en Chihuahua filmando con ellos. Esa película se volvió Patitos feos.

BA: Se siente esa organicidad y, al mismo tiempo, se vuelve una película disruptiva en varios sentidos. Por ejemplo, en el contrapunto entre el campo y la ciudad de Chihuahua; también los tiempos, los hermanos están estancados en el inicio del Siglo XX. ¿Cómo trabajaste estas estructuras?

MC: La película está compuesta de muchos contrastes. Hay una parte también que fue casi hecha como un documental, en parte porque descubrimos muchas cosas en el camino. Usamos un guión que era más como el mapa que estos mismos hermanos tienen. La historia y la narrativa, aunque siento que tiene varias capas y lecturas, en realidad es una excusa para entrar en una aventura, para contar un cuento picaresco.

Lo que me fascinaba, porque no conocía Chihuahua, es que se me hacía un lugar muy extraño, comparado con la Ciudad de México. A la vez me inspiraba mucho. Me cayó el 20 después que si tomamos la película en serio, en realidad no sabemos si alguna vez salieron de Chihuahua, todo lo que vemos afuera del rancho puede ser un sueño. Imagínate pensar que toda esa realidad está dentro de la imaginación de estos tres hermanos .

La idea siempre fue jugar mucho con estas capas de tiempo, a propósito fue muy caricaturesca –como el ritual del peyote–, habla mucho de que las cosas no son lineales y son más circulares, que también hay muchas realidades que pueden coexistir. Por ejemplo, en la preproducción, estaba buscando la cantina y un panteón, muchas cosas, en el camino me empecé a dar cuenta que en todos lados veía una imagen de Pancho Villa. Eso es muy fascinante porque te hace ver que cuando estás buscando algo, encuentras. La realidad se dobla un poco y se abren muchas posibilidades.

Me gusta mucho esa idea de tener personajes muy como niños, muy inocentes, que todavía no están maleados, no hay corrupción, sus excentricidad son puras y a la vez tienen esa capacidad de crear, porque su imaginación está intacta para crear. Quizá como hermanos tienen un súper poder.

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BA: Es curioso esto de “encontrar las cosas”, ¿cómo fue la dinámica en el set? ¿Qué tanto contribuyeron los actores o el momento?

MC: Siento que como director era el cuarto patito. De alguna manera, también entré en esa mentalidad más infantil. Venía, como lo mencionaste, de Styria y otros proyectos que tengo son más pesados en la atmósfera, las ideas, los temas. Aquí como que regresé a la niñez y jugué muchísimo con eso, observaba mucho de ellos y, en realidad, aunque es una película muy estilizada y delirante, la considero casi como un documental, porque aunque están desarrollados como caricatura, la esencia de cada uno de los personajes sí llega al corazón de algo como seres humanos.

De las personalidades de los actores tomé mucho para los personajes, el rancho tenía ciertos elementos y nos íbamos adaptando y descubriendo, armamos el arte juntos. Giancarlo Ruiz básicamente construyó su propio laboratorio. Encontramos un casco y empezamos a armar las cosas juntos. Esto me gusta, esto no me gusta. Más que nada buscamos mucho lo que nos inspiraba en el camino, muchas escenas no estaban en el guión.

La escena cuando Pepe se encuentra en medio de una huelga de gente con sus vacas, fue algo que descubrimos cuando llegamos a la ciudad y dijimos: ‘está increíble, vamos a realmente intervenir aquí’. Otros elementos más formales, más estéticos –por ejemplo, la idea de jugar con una rueda–, quería jugar mucho con la forma de la película, pensar mucho más en términos visuales, en términos este sonido, más como una pintura o música, no necesariamente atarme a la idea de una estructura clásica, de un guión que, generalmente, está mucho más atado a lo dramatúrgico, a lo literario o a lo teatral.

Quería jugar con diferentes elementos que entran al cine y hacer algo fresco. A lo mejor nos pasamos un poco, pero era la idea de irrumpir un poco, ya tenemos la mente totalmente estructurada, ya sabemos cómo debemos escribir un guión, cómo debemos actuar una película, como debemos de dirigir. Aquí era abrirnos a nuevas posibilidades, porque siento que estamos viviendo un tiempo con mucho conformismo, hay mucha gente haciendo películas a base de algoritmos. Quería romper con eso y conectar más con las cosas que a mí me inspiraron mucho de los setentas, aunque las vi mucho más tarde, y los noventa. Lo que me hizo querer hacer cine no era tanto una película taquillera, sino encontrar una película y decir cómo lograron esto, cómo se atrevieron a hacer algo así. Ése era el espíritu de la película.

BA: Ahora que mencionas los algoritmos, se nota cuando tratas de establecer una voz. Es un manifiesto que no es manifiesto, es claro en la película, se siente en lo lúdico. ¿Pensaste esto también en términos de la distribución, los festivales, la recepción del público?

MC: Ha sido un viaje, muchas veces uno tiene que darse cuenta. A mí me pasa, sinceramente, que es como un contraste, hablando de esa dualidad cuando veo cosas que, a lo mejor, no son nada populares, pero le encuentro algo especial, no sólo soy fan, lo quiero defender hasta la muerte.

Me pasa como a todos que quiero que a la gente le guste mi película, quiero que tenga éxito y es un contraste muy fuerte que a veces uno tiene que recordar, cómo proyectarse un poco en las cosas que realmente me han inspirado muchas veces. Digo ‘a ver, si pongo estas 10 películas que me encantan en un público contemporáneo, ¿cuánta gente va a entenderlas y apreciarlas como yo las aprecio?’. Hay esa tensión, pero siento que con esta película de eso se trata, lo tengo claro, porque fue un presupuesto chiquitito y teníamos toda la independencia del mundo.

De alguna manera, sí es como un manifiesto, no para decir voy a hacer todas mis películas así, porque no creo hacer otra película como Patitos feos, pero definitivamente para mí fue un momento muy importante porque me dí la oportunidad de jugar, de romper con todas las expectativas que tenemos.

Después sucede todo lo de la pandemia, que también es muy extraño, porque si lo vemos desde otro punto de vista estos hermanos viven en su cuarentena, fuera del mundo, encerrados, y cuando salen el mundo es rarísimo para ellos y ellos son rarísimos para el mundo. Me gusta eso, el hecho de que tenemos esta oportunidad de hacer un reset, tener una oportunidad de cambiar la manera que vivimos también y la manera que vemos la realidad. Siento que estos patitos tan ridículos ofrecen esa ventana a cómo vivir de otra manera.

Por Rafael Paz (@pazespa) & Icnitl Ytzamat-ul Contreras García (@mariodelacerna)

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