Wild Rose: La rebeldía y el country

Para los aficionados a la música country, el folclore que rodea a su lírica representa una esencia que reflexiona sobre el amor, la pérdida y las consecuencias de los actos y decisiones personales. Desde Johnny Cash, Hank Williams y Dolly Parton, el género cuenta con una gran aceptación en Estados Unidos, aunque a nivel internacional su popularidad es eclipsada por el pop y el rock.

Wild Rose (2018), además de entremezclar la búsqueda por consolidar una oportunidad en la industria musical, retrata la dificultad de asumir responsabilidades. Rose-Lynn (Jessie Buckley) sale de prisión tras cumplir una condena relacionada con drogas, soñando con la posibilidad de convertirse en una estrella de country, viajar a Nashville y de reconectar con sus hijos y con su madre Marion (Julie Walters).

El realizador Tom Harper (The Aeronauts) retoma también un retrato social que recrea una dificultad de adaptación a las condiciones laborales de la clase media/baja de Inglaterra inspiradas en el cine de Ken Loach. Rose (sobresaliente Jessie Buckley) pierde su empleo como cantante en un bar local y se ve obligada a laborar como empleada doméstica en un hogar de alcurnia. El relato enfatiza en la inconformidad de la protagonista hacia su modo de vida y su condición como madre soltera de los pequeños Lyle (Adam Mitchell) y Wynonna (Daisy Littlefield), a través de claroscuros en la iluminación de su departamento, unos que ceden en luminosidad conforme intenta reconectar con su maternidad, familia y obligaciones.

La música es el escape de la realidad para Rose. La secuencia en la que canta en la casa donde trabaja mientras fantasea con músicos de su banda tocando sus instrumentos proyecta su amor por el country, la desenfadada personalidad que mantiene la esperanza en conseguir su sueño artístico. A su vez, la fotografía de George Steel refuerza el cambio paulatino de su personaje a través de la claridad en los espacios familiares, las interacciones de Rose con su familia mejorando de manera progresiva y aceptando la práctica de la honestidad en sus vínculos sociales.

Las canciones integran el viaje personal que realiza para redescubrirse como artista y encontrar un apoyo en Susannah (Sophie Okonedo), tomando la trama inspiración en la danza de ballet de Billy Elliot (2000), las limitantes de la clase obrera y las trifulcas por obtener el apoyo de un familiar, en este caso, la madre, quien está alejada de sus inquietudes como cantante.

Harper confronta también la ilusión guardada en la infancia y en la adolescencia con el llamado a la madurez adulta. La simplicidad en su narrativa se beneficia con el paulatino viaje que Rose se ve obligada a realizar para aceptar sus posibilidades como cantante, abrazar la existencia familiar y despertar la creatividad necesaria para conciliarse consigo misma.

Con un buen soundtrack de canciones country que afirman la importancia de los lazos familiares, Wild Rose es convencional en su trama, pero inspiradora en su perspectiva de superación personal, balanceando comedia con drama y tintes sociales que confronta la ambición musical y la dificultad de la readaptación.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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