‘El tamaño sí importa’ y los feministas impostores

Con El tamaño sí importa (2016), la nueva película de Rafa Lara (5 de Mayo: La Batalla, Labios Rojos), sucede algo muy similar a las confesiones católicas: el catolicismo permite que, aun en el lecho de muerte, si el pecador se arrepiente de manera sincera, todos sus pecados son perdonados. Todos. ¿Mató a alguien? No importa. Si la contrición es de corazón, tiene firmado su pase directo al reino de los cielos.

El equipo de la comedia romántica presentó la cinta en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés), donde aseguró que se trataba de una comedia feminista, “tan necesaria en nuestros tiempos”. A lo largo de hora y media, el guión se consagra a desmentir tan aventurera afirmación, para, como los grandes pecadores, intentar de último minuto salvar el barco. Como equipo de futbol con destino de Segunda División que intenta recuperar la temporada en el último tramo del calendario.

Nuestra protagonista es Vivi (Ximena Ayala), una chica retraída que durante un par de años la ha pasado suspirando por su jefe, el playboy Diego Suárez (Vadhir Derbez), un donjuán que hace de todo (diseño de modas, actor, modelo, entrepreneur, conquistador, escritor, fotógrafo, etc.). El hombre está tan inmiscuido en sí mismo (aunque un par de secuencias oníricas nos sugieren que tiene sus propios traumas profundos) que le resulta imposible notar a Vivi.

No obstante, un cambio en su suerte lo condena a pasar unos días en prisión, y posteriormente vivir como cualquier hijo de vecino arrimado en maltrecho cuarto de servicio en un edificio. Es ahí cuando Vivi se convertirá en su salvadora, pero ¿triunfará el amor propio o el de novela?

El tamaño sí importa es una mezcla de los ganchos más usados por la comedia romántica mexicana de la última década: espacios geográficos en colonias aspiracionales de la ciudad. Una mezcla de conservadurismo pintado de piñata progresista. La escena de la borrachera/amor al despertar. Problemas de clase media tirándole a alta. Comediantes de televisión repitiendo los chistes que los hicieron famosos en la pantalla chica. Catálogo de productos y resumen de anuncios varios. Y más.

A eso debemos sumarle un guión que continuamente busca justificar la actitud de su protagonista masculino ante la vida y, en especial, lo tardío de su amor por Vivi. Frases como “no te arreglas porque no te quieres” y “entiende tu genética, hija” son referidas en diversas ocasiones (y no son las únicas) para hacerle entender al personaje principal femenino la manera en que debe afrontar la vida.

No sorprende tomando en cuenta los antecedentes de Lara o la sangre de Derbez (su padre aparece en un extenso cameo para recordarnos que el 80% de su carrera ha estado al servicio del humor más simplón posible). Para hacer una comparación, basta recordar esa pequeña joya del cine nacional llamada Los insólitos peces gato (2013), donde Ximena Ayala personificaba a una huérfana que terminaba siendo adoptada por una familia de desconocidos. Cine con verdadero aliento femenino, sin trampas ni justificaciones exprés.

Para El tamaño sí importa (ni siquiera hemos hablado de su llamativo e increíblemente falso título), el único camino para ser tomadas en cuenta por el hombre que les gusta es convertirse en otra. En alguien más. Transformar su apariencia y llegar a ser una figura importante de la moda. ¿De qué otra forma podría ser?

Por Rafael Paz (@pazespa)
Publicado originalmente en Forbes México Digital.

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