‘La vida secreta de tus mascotas’: Toy Story con animales

Como se podía observar desde el tráiler, La vida secreta de tus mascotas (The Secret Life of Pets, 2016) surge de una pregunta básica para todos los que tenemos animalitos en casa: ¿qué hacen cuando se quedan a solas? Esas bienvenidas llenas de alegría que nos dan, los perros en particular, son un punto crucial para entender la angustia que, aunque sea por momentos, deben experimentar al sentirse solos; ni que decir de los cachorros que sufrieron la calle y fueron rescatados (siempre apegados a quien los salvó). Ellos son los protagonistas la película.

Sin embargo, La vida secreta de tus mascotas es un film de aventuras convencional, salvo por escasos momentos no logra darle peso a la empatía entre mascota y dueño, como sí lo hizo Shaun el cordero (Shaun the Sheep Movie, 2015). Ambas cintas separan a los animales de sus amos, poniendo a los primeros en una ciudad donde cualquier cosa les puede pasar. Como su título lo indica, en la producción americana todo lo que suceda con las mascotas mientras los dueños no están en casa permanecerá en completo secreto; sólo la audiencia estará consciente de las desventuras ocurridas en la ciudad, mientras los inocentes amos creerán que durante su ausencia nada fuera de lo común ocurrió.

Esto hace del film algo cercano al concepto de Toy Story (1995), como también previmos desde los avances; de hecho, el resultado final deriva mucho más de lo esperado del clásico de Pixar, sobre todo cuando arranca la trama central: el perro protagonista Max vive feliz en un apartamento neoyorquino junto a su amada dueña, pero no ve con buenos ojos el arribo a su hogar de Duke, otro can rescatado por ella. Proveniente de los celos de Max, la “rivalidad” entre estos futuros amigos, ciertamente equivalentes a Woody y Buzz Lightyear, provocará su regreso a las calles, donde encontrarán como principales amenazas a los villanos arquetipo de estas cintas (los trabajadores del control animal) y a una peculiar pandilla de animales callejeros que odian a los humanos.

Salvo una escena en la cual el nuevo perro revela su triste pasado, el desarrollo de la relación entre Max y Duke se pierde en un collage de personajes menores –además de los numerosos antagonistas incluye a todos los animalitos (aves, un gato y otros perros) que viven en el mismo edificio de los protagonistas y saldrán a Nueva York para rescatarlos–, y en los constantes gags (medianos en su mayoría); todo esto tiene mayor peso que el fugaz comentario sobre las personas abusadoras de animales, o la incertidumbre que debería causar ver a las pequeñas bestias en medio de la jungla de concreto.

Lo más curioso del film es ver una detallada recreación animada de Nueva York, donde incluso la propia división de la ciudad tiene peso en la historia (los canes van a parar de Manhattan a Brooklyn). Aún así ese clímax con los supuestamente frágiles animales provocando caos en el famoso puente conexión de estos condados, es propio de una caricatura que prefirió el bullicio, lo superficial, y no la conexión emocional entre sus personajes centrales. Aunque como muchas otras franquicias animadas, probablemente pronto indagará en la vida domestica del ahora enamorado perro Max.

Por Eric Oriz (@ElMachoBionico)

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