Diarios del GIFF: Clanes e historias de familia

El Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés) vivió una tercera jornada llena de lluvia y alfombras rojas. El público se arremolinó en el Teatro Principal para escuchar la Conferencia Magistral de Demián Bichir.

El actor mexicano se mostró relajado y carismático en todo momento, sonriendo y recordando los inicios de su carrera (siempre quiso ser futbolista profesional), a su familia y, en general, todo lo que la actuación le ha otorgado a lo largo de su vida.

Acompañado de Eduardo Limón, Bichir aseguró que desde su nominación al Oscar por Una vida mejor pocas cosas han cambiado, antes hacía castings ahora tiene oportunidad de sentarse a platicar con los directores más importantes del momento.

Además aprovechó la plataforma para recordar el momento político del país y el de Estados Unidos, al borde de una polémica carrera electoral. El público le mostró su agradecimiento con un fuerte aplauso, aunque haya salido corriendo del escenario.

El punto bajo del día (y probablemente del festival) llegó gracias a la presentación de El tamaño sí importa (de título tan injustificable como su propuesta “pro-feminista”), la nueva película Rafa Lara (Cinco de Mayo: La batalla).

Vivi (Ximena Ayala) es una chica retraída (común como todas, según el guión) que vive perpetuamente enamorada de su jefe, Diego Suárez (Vadhir Derbez), un socialité, actor de telenovela, editor de moda, diseñador, modelo, hot ass, todasmías y asociados. Sin embargo, su objeto del deseo no nota siquiera su existencia y prefiere gastar su tiempo con su novia súper modelo… al menos hasta que un problema legal lo deja en la calle, sin otra opción que aceptar la ayuda de su ratón de biblioteca.

Hay un intento, muy vago, por darle a la película un giro que lave la cara a la comedia sexista que presenta. Aquí se entrelazan ideas que contradicen totalmente las intenciones de su director por mostrar un producto de vanguardia. La protagonista después de todo, sólo consigue amor una vez que sufre una transformación radical en su estética (“no haces ejercicio porque no te quieres”, “así cómo quieres que alguien te vea”, “ubica tu genética, hija”) o clichés ya cansados del género (la borrachera necesaria para que surja el amor post-coito), ni hablar del interminable product placement (el violento Estado de Veracruz poniendo su parte del erario, junto a camionetas y bares de moda).

Ya para el momento en que la cámara decide hacer su tercer videoclip de la noche para presentar una versión al piano de Manto Estelar, el hitazo de Moenía, cuando uno de los personajes pide una “canción para suicidarse”, es notorio que estamos ante una de las peores cintas mexicanas del año y la década.

Por suerte, la jornada cerró con Apprentice, cinta producida en Singapur que participó en Una cierta mirada del Festival de Cannes, donde un joven policía ingresa a trabajar como carcelero a una prisión de máxima seguridad, aunque pronto se descubre que su intención está puesta en el ejecutor de la misma y hará lo posible por entrar en contacto con él.

El director Junfeng Boo hace un interesante análisis sobre el estado mental de su personaje principal, apoyado en la parca/contenida actuación de Firdaus Rahman, que desde los primeros momentos hace notar que guarda un gran secreto sobre su pasado (y no, no tiene que ver con que su hermana luzca como su madre).

El juego va aumentando su tensión, hasta llegar a una resolución que invita a preguntarnos si, como el protagonista, no estamos todos un poco locos y también aceptaríamos jalar la palanca. Una muerte indolora o el sufrimiento de seguir viviendo.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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