‘El sobreviviente’: La esperanza como arma de supervivencia

El deseo de sobrevivir ante una situación extrema ha sido llevado al cine multitud de ocasiones, siendo el género bélico uno de los que con más realismo permite retratar la desesperación con la que los soldados plantan cara a la muerte y la desafían sumergiéndose en dicho infierno mejor conocido como guerra. El sobreviviente (Lone Survivor, 2013), filme protagonizado por Mark Wahlberg, ofrece una introspectiva mirada a la lucha de supervivencia en la que se ve enfrascado un grupo de soldados y los terrores a los que tendrán que someterse con tal de que sus almas permanezcan en sus cuerpos al terminar la jornada.

En ese aspecto, Lone Survivor bien puede definirse como un blockbuster del género bélico y a pesar de que su factura es meramente comercial, la película vale la pena por retratar como muy pocas esa odisea de terror que poco a poco se va convirtiendo en una lucha por seguir con vida. Como tradicional película americana, Lone Survivor peca de esa moralina y exagerado heroísmo que en ocasiones llega a ser empalagoso, pero no se puede negar que posee adrenalina como pocas, emanando energía y arrastrando al público al desgaste físico que se vive en el campo de batalla.

Lone Survivor es una digna representante del cine bélico moderno, después de que la ex de James Cameron, Kathryn Bigelow, pusiera de moda esta corriente cinematográfica con la también vibrante Zero Dark Thirty y la sobrevalorada, pero bien realizada The Hurt Locker.

Que tiemble Bigelow con esta película; el tempo de Lone Survivor no tiene nada que pedirle al ritmo de Zero Dark Thirty (aunque en este filme hay una historia mejor desarrollada) y las secuencias de guerra de The Hurt Locker, si acaso le hacen cosquillas a las trepidantes escenas de este largometraje.

Aunque  las secuencias de acción están excelentemente realizadas, no sucede lo mismo  con el desarrollo psicológico de los personajes, que quizá sea una debilidad que la hace salir perdiendo al filme con respecto a otros clásicos del género.

En películas de gran calibre como Apocalypse NowThe Deer Hunter o Platoon, la terrorífica experiencia se intensificaba por la lucha interna que vivían los personajes y, sobre todo, los efectos que la guerra tenían en éstos, provocando que el público se embarcara en una reflexión ante el cuestionamiento moral que asaltaba la mente de los protagonistas. De ese modo se lograba dotar de humanidad a los protagónicos en  turno y la empatía con el público era tal, que los momentos dramáticos eran aun más desgarradores por el cariño que se le cogía a éstos.

Lone Survivor peca en ese aspecto de ser más un filme de envoltura que de fondo, pues poco esfuerzo se hace por que realmente nos sintamos cercanos a los personajes, dejando que todo el impacto sea provocado por secuencias de acción que –hay que reconocerlo– quitan el aliento.

De entrada, la película arranca de lleno con un prólogo que mete a la audiencia en la acción y procura conseguir la complicidad de ésta con el escuadrón de batalla. Si bien los primeros 40 minutos son algo lentos, se agradece la naturalidad con la que se retrata la vida de los soldados, con conversaciones naturales que consiguen que el público se sienta un integrante más dentro del escuadrón.

El plato fuerte de la película está en su segunda mitad, en la que la acción se desata y es cuando ese instinto de sobrevivencia impulsa a los militares a seguir luchando a pesar de que se vean engullidos por un infierno que es capaz de aplastar su fe y sus fuerzas. Su deseo de sobrevivir es lo que veremos reflejado en cada una de sus acciones, consiguiendo el nerviosismo e incluso la compasión  del público cuando los vemos a pie, a pesar de las múltiples heridas que bañan sus rostros (excelente labor de maquillaje).

Esa segunda parte se ve favorecida también por un trepidante ritmo que provoca que el pulso sanguíneo del público dance a la par de los estallidos que invitan a que el nerviosismo y la angustia hagan su aparición, logrando que los apabullantes gritos de los soldados pasen a ser el grito ahogado del público, al cual, a esas alturas, no le importa otra cosa más que la odisea bélica que se está proyectando en pantalla.

Rematando la calidad de las secuencias con unos fabulosos efectos especiales y sonoros y una banda sonora que depura en su partitura ese deseo de seguir viviendo, la película concluye con un desenlace vibrante, a la vez que muy acorde con el estilo Made in Hollywood, pero que incluso en esta ocasión llega a ser menos irritante que en otras ocasiones.

Quizás el hecho de concluir la película con una versión del tema Heroes de David Bowie (esta vez en manos de Peter Gabriel) quiera homenajear la fuerza de voluntad de aquellos hombres que lo que hicieron fue conservar la esperanza y sobrevivir a toda costa.

Por Víctor López Velarde Santibáñez (@VictorVSant)

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