‘El Planeta de los Simios: Confrontación’: Salvaje elocuencia

La fantasía política de Jean-Jacques Rousseau creía en la nobleza inherente de un ser que estaba vinculado a un nivel de razón primitivo, que, sin embargo, era capaz de convivir en una utopía comunal. Pero esta fantasía estaba sostenida sobre una base peligrosamente tenue que se vería fácilmente destruida por la complejidad de la emoción.

Esta fantasía se ve plasmada con inquietante realidad durante los primeros minutos de la continuación de la serie El planeta de los simios, que después de la ingeniosa (R)evolución (Rise of the Planet of the Apes, 2011) presenta en Confrontación (Dawn of the Planet of the Apes2014) un mundo que, diez años después, ha dejado a la humanidad mermada por la fiebre del mono (dudoso), dejando pequeñas comunidades inmunes a la enfermedad miedosas y resentidas,  y que ha permitido a la comuna del carismático líder César (Andy Serkis) florecer con su propia cultura: un orwelliano código de conducta y una tribal belleza arquitectónica, pero carente de una identidad memorable.

El nuevo director a cargo de la futurología primate, Matt Reeves, probado con el modesto éxito de la versión gringa de Déjame entrar (Let Me In, 2010), presenta una historia con solvencia pero que carece de una auténtico sello autoral, impidiendo la trascendencia de los temas nucleares de la nueva entrega de los ambivalentes micos. La fuerza del filme radica principalmente en un guión irregular pero brillante co-escrito por Mark Bomback, Rick Jaffa y Amanda Silver.

El poder de los dogmas pregonados a lo largo de Confrontación vienen de su simpleza y resonante contundencia, como son emitidos vía gestos, guturalmente o con un intimidante lenguaje por los simios, en esta entrega alcanzan un grado de expresión y transmisión tan poderoso, que sus rostros y mirada son más devastadores que sus brutales arranques. Un refinado y agudo diálogo humano que se establece únicamente con los ojos.

El César de Serkis, que expande sustancialmente el ya magistral registro alcanzado en la entrega anterior, se presenta como un líder humano cuya apertura al aprendizaje, la cooperación y convicción axiológica lo hacen trascender el papel de cabeza para convertirse en alma de su comuna, mientras que el volátil Koba (Toby Kebbell) aplica la enseñanza más duradera de la raza humana, por la facilidad de aprenderla: el odio.

Es precisamente el odio el motor de conflicto de la narrativa central lo que desata una tragedia de dimensiones clásicas, que toma elementos del Julio César de Shakespeare o de la Rebelión en la granja de Orwell, atados con teoría política básica, una bomba didáctica que aprovecha su condición salvaje para entretener al tiempo que adoctrina sobre nociones tradicionales ligadas a la política y a la sociedad.

Los humanos en el filme, encabezados por Jason Clarke, Keri Russell, Kodi Smith (armado con su copia de Black Hole de Charles Burns) y un histérico Gary Oldman, se presentan como elementos mucho menos interesantes y perfilados que los micos, apenas tocando cuestiones como los efectos psicológicos de la epidemia, la furia humana enardecida por el miedo y la ignorancia, contrastado con la euforia tecnológica y científica, que es percibida como un potente puente de comunicación entre civilizaciones, pero de naturaleza ambigua.

Quizá Confrontación no esté al nivel de (R)evolución en el aspecto narrativo, pero donde esta última encontró la base de su vocabulario en un apabullante “NO”, la Confrontación establece un vocabulario emocional mucho más complejo, donde gesto, palabra y acción se funden en una mirada que actualmente mira inocente  o resentida detrás de una jaula.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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