‘Pantera Negra’ y la batalla por Wakanda

La primera secuencia de Pantera Negra (Black Panther, 2018) nos indica inmediatamente que estamos viendo un trabajo de Ryan Coogler, al desarrollarse en Oakland, California, lugar donde nació este joven director que en solo un lustro se ha convertido en una de las voces afroamericanas con mayor alcance en Hollywood. En el filme #18 del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU), lo primero que vemos es algo completamente mundano: un complejo de viviendas públicas –con su respectiva cancha de baloncesto– habitado, como es lo habitual en las zonas urbanas de Estados Unidos, por gente de color.

Diferente al escenario urbano, pero también con el objetivo de darle a la cinta una identidad sin precedentes en el MCU, está Wakanda, el país del personaje titular. Con un diseño de producción inspirado por diversos países africanos, en Wakanda el colorido de las diversas tribus –una identificada con los gorilas, otra con los rinocerontes por ejemplo– hace que se nos olvide que estamos en el presente y en el mismo universo de personajes como Iron Man y Capitán América.

Tras el asesinato de su padre, el rey de Wakanda, T’Challa (Chadwick Boseman) regresa a su país para ocupar el trono. El filme de Coogler celebra los rituales y tradiciones indígenas, incluso le quita los superpoderes a su protagonista para que enfrente las primeras dos batallas en suelo africano; el tema no es el traje de la Pantera Negra sino la espiritualidad y la responsabilidad de asumir el liderazgo de esta nación rica en vibranium, aislada del resto del mundo, y de naturaleza aparentemente pacífica (se dice que ellos nunca buscan la guerra).

Wakanda obviamente alude a la colonización del continente africano. Se trata de un país con tecnología avanzada y, consecuentemente, con un miedo eterno a la invasión extranjera y a la posible pérdida de soberanía. Pantera Negra, como los mejores blockbusters, evita caer en conflictos unidimensionales. Wakada es el único país africano sin ninguna influencia externa, pero los ecos shakesperianos y un secreto en la realeza equivalente al de los asgardianos en Thor: Ragnarok (2017) dan paso a una guerra civil que, a su vez, evita el camino fácil de poner a los blancos invasores como los principales antagonistas de la historia.

Este tema sí se toca de la mano de Ulysses Klaue (Andy Serkis), un traficante de vibranium que representa el peligro latente del descubrimiento y conquista de Wakanda. El contacto con el exterior nos trae una secuencia de acción propia del MCU, en la moderna ciudad de Busan, Corea del Sur, y con la Pantera Negra aprovechando ahora sí toda la tecnología de su traje y la ayuda de sus imprescindibles aliadas Nakia (su ex novia, interpretada por Lupita Nyong’o), Okoye (Danai Gurira) y Shuri (Letitia Wright), su hermana menor. Empero, Ulysses ha operado desde hace bastante tiempo en conjunto con wakandianos, clara indicación de que la pugna real es interna.

Como parte de esa acertada decisión de exponer claroscuros, está el trasfondo del villano principal, Killmonger (Michael B. Jordan), quien de hecho en un punto tiene genuinamente los mismos derechos de T’Challa, incluso hacer uso del poderío de la Pantera Negra. No es la primera vez que el MCU logra disputas complejas, políticas y emocionales, siendo Capitán América: Civil War (Captain America: Civil War, 2016) el otro gran ejemplo reciente. En Pantera Negra vemos a familiares, amigos y parejas sentimentales (destaca la situación de Okoye y W’Kabi, el personaje de Daniel Kaluuya), todos de la misma raza y país, totalmente divididos, cada quien con sus propias, y muy validas, motivaciones; las cuales van de la venganza, la lealtad a la patria, a terminar con la opresión que la raza negra sufre fuera de Wakanda.

Coogler culmina todo esto con un espectáculo de acción y un discurso esperado, considerando que se trata de una película de superhéroes. Wakanda es la fantasía de un país africano no colonizado, pero al ser una nación millonaria –por su tecnología con base en el preciado metal vibranium– Coogler también aprovecha para hablar de Estados Unidos. No solo manda un mensaje de unión a la raza negra, y de apoyar a su población marginada (el mismo discurso de Killmonger pero en versión diplomática por medio de la voz de T’Challa); sino que le habla a todos en pro de ayudar a los países necesitados, abrir fronteras y derribar muros. ¿Les suena familiar?

Por Eric Ortiz (@EricOrtizG)

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