El lustre nacional: mejor cine mexicano del 2015

La cinematografía nacional lleva años intentando establecerse, el 2014 lució como un triunfo gracias a varios taquillazos que impulsaron a las producciones mexicanas por encima de varias internacionales. Sin embargo, el 2015 regresó a una aparente normalidad, no vimos taquillazos, sí muchos premios en el extranjero. Situación que se ha repetido durante la década, brillo afuera de las fronteras y pocos triunfos cuando se trata de llevar gente a las salas de cine.

No obstante varias películas sacaron la carreta adelante. Para iniciar el 2016 con fuerza y con deseos de ver más y mejor cine producido en México, hemos seleccionado aquellos largometrajes que se quedaron en nuestra memoria y, pensamos, representan con certeza el cine hecho en estas agrestes tierras durante el 2015.

  • Memoria oculta (Eva Villaseñor, México 2014)

Un ejercicio de reconstrucción cinematográfico íntimo y riguroso. Ignorada por completo en el panorama fílmico internacional, Memoria oculta es de los filmes más valientes e interesantes en el México reciente por su propuesta tan formal como audaz. Si la obra hubiese sido acompañada de una renombrada firma, hubiese ocupado lugares destacados en festivales internacionales. Memoria oculta es el filme más infravalorado de los últimos años.

  • Minotauro (Nicolas Pereda, 2015)

Todos en este sitio opinaran lo contrario (Pedro Emilio dixit), pero Nicolás lo logró, de nuevo (si alguna vez lo logró -Rafael Paz dixit-). Sus primeros trabajos y obras medias radicales han quedado atrás como lo demostró la endeble Los ausentes. En Minotauro encontramos algo diferente. Una película bellísima y extremadamente cuidada en cada uno de sus cuadros. Onírica, lírica, sublime. Por momentos, parece que Nico, el radical, nos cuenta una historia de amor divagante que recuerda en su recóndita elegancia a la prosa de Sally Potter, en Yes, la ternura somnolienta de Apichatpong y el retrato bello lumínico de la etapa previa de Hao Hsiao Hsien… todo sin dejar su sello tradicional que unos celebran y que otros tantos injustificadamente vapulean. La madurez autoral ha llegado al aún joven Pereda de quien se avecina una de las grandes obras del 2016.

  • Los reyes del pueblo que no existe (Betzabé García, 2015)

San Marcos, un desolado y pequeño pueblo al norte de México, se ha vuelto el Fontinhas o el Koker de Betzabé García, una joven cineasta que ha realizado varios trabajos sobre esta población siendo Los reyes… su primer largometraje; un documental sobre lo que involucra vivir en un país en ruinas.

  • Te prometo anarquía (Julio Hernández Cordón, 2015)

Un filme inocente sobre una inocente historia de amor. La misma historia de amor que Julio siente y transmite por sus entrañables personajes y por los perfectamente seleccionados escenarios de la Ciudad de México.

  • Alexfilm (Pablo Chavarria Gutierrez, 2015)

Un filme vivo, latente. Tan orgánico como abstracto. Una investigación cinematográfica que trata al cine como un ente de materia propia y que busca ahondar en la ontología de este.

  • Scherzo diabólico (Adrián García Bogliano, 2015)

Si bien Bogliano no es mexicano (en realidad es argentino), ha encontrado en nuestro país territorio fértil donde expresarse como lo demostró con Ahí va el diablo (2012). Su más reciente trabajo detrás de la cámara es una comedia de humor negro, una rape revenge movie donde el género encuentra salidas ante sus propias trampas. Cuando el horror alrededor del mundo se condena al homenaje perpetuo o a la salida depuradora del minimalismo “artístico”, el realizador entrega una de las experiencias más divertidas y satisfactorias del año.

  • Llévate mis amores (Arturo González Villaseñor, 2015)

La historia de Las Patronas (un grupo de mujeres veracruzanas que dedica los días a alimentar migrantes) ha sido contada de mil maneras, en muchas ocasiones de la manera más amarillista posible. El mérito de Villaseñor y su grupo de colaboradores es ponerle rostro a las protagonistas sin explotarlas, dignificando con sensibilidad  el trabajo al que consagran sus días. Humanizar y entenderlas.

  • Impresiones para una máquina de luz y sonido (Colectivo Los Ingrávidos, 2015)

Unos minutos son suficientes para realizar en pantalla una deconstrucción analítica profunda del país y su cinematografía. El país se está auto consumiendo, cual cáncer rampante que acaba con las células que encuentra en su camino. La misantropía, la violencia erosionan a su paso. El celuloide lo sufre. El cine se muere. Corto hermano espiritual de La maldad de Joshua Gil, que si no es la cura a los males mencionados, al menos funciona como anticuerpo de resistencia.

  • 600 millas (Gabriel Ripstein, 2015)

Un thriller policiaco dentro de los esquemas más convencionales del cine americano tradicional. Nada nuevo bajo el sol, más no deja de ser un trabajo efectivo y entretenido del debutante Ripstein quien se distancia gratamente de la obra de su productor (MichelyacholecontumisantropiaFranco y de su barroco padre).

  • Carmín tropical (Rigoberto Perezcano, 2014)

Un noir en la tradición del género denominado como pink noir (un chiste muy en vena de los premios del Festival de Cine de Guadalajara). Sin ser una película descomunal es un gran trabajo, donde el retrato del crimen se distancia del zeitgeist nacional cinematográfico. A destacar la maravillosa apertura (alguien dijo Cavalo Dinheiro) y su bien logrado cierre (muy lejos de… ¿pero alguien dijo, Phoenix?).

Por Pedro Emilio Segura (@PedroEmilio) & Rafael Paz (@pazespa)

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