En 1986 el reconocido David Bowie fue coprotagonista, junto con una joven Jennifer Connely, del filme Laberinto (Labyrinth), el cual fue escrito por Terry Jones y dirigido por Jim Henson a través de la supervisión y producción ejecutiva de George Lucas.

Esta cinta de ficción fantástica narra la historia de Sarah (Jennifer Connely), una preadolescente negada a crecer y que, por cuestiones de su actitud y mente infantil, se ve involucrada en el reino del Rey Goblin (David Bowie), el cual ha robado a su hermano menor y le da 13 horas a Sarah para cruzar un laberinto lleno de acertijos, pruebas y juegos mentales, y así recuperar a su hermano.

La música de este largometraje involucró al mismo Bowie y al realizador de scores Trevor Jones, aunque cada uno haciendo su trabajo por separado.

Jones aportó música instrumental que desgraciadamente se vale de mucho de los peores sonidos y efectos que saturaron la década de los 80 haciendo líneas melódicas y armonías que parecieran ser música para videojuegos más que un score digno de un filme. Algunas otras piezas utilizadas para acentuar los momentos de tensión caen en una plasticidad que no causa efecto alguno en la intención de lo que historia busca narrar. Jones simplemente se vio atrapado e influenciado por los recursos de esa época sin hacer un esfuerzo por mejorarlos dejando así un resultado insípido e intrascendente.

Por otro lado, Bowie participó con seis temas de su autoría. Aunque en lo musical hace un mejor trabajo que Jones, éste no es suficiente como para considerarlo una aportación buena, ya que escuchamos a un Bowie ochentero en uno de sus momentos creativos menos lúcidos. Posiblemente las únicas piezas rescatables son la balada As The World Falls Down y Magic Dance, ésta última, más que ser una canción memorable, obtiene su valor gracias a la graciosa escena que acompaña, donde vemos a Bowie cantando junto a un cúmulo de duendes histéricos.

A pesar de lo ingenua que llega a ser esta cinta, vale la pena observarla y darse cuenta de como hasta los más grandes y respetables exponentes del pop pueden participar en producciones que, si bien no están mal realizadas, hoy simplemente son una referencia para conocer las cosas precarias que inundaron los años 80.

            Por Antonio Millán

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