En su Cinema: El cine como semiología de la realidad, Pier Paolo Pasolini explica que, para él, “el cine… tiene una doble naturaleza: es a la vez extremadamente subjetivo y extremadamente objetivo… Los dos momentos de una tal naturaleza coexisten estrechamente.” Dicho concepto se puede aplicar a El evangelio según San Mateo (Il vangelo secondo Matteo, 1964), donde conviven la mirada personal del director sobre el evangelio y su adaptación casi al pie de la letra de las escrituras bíblicas.
Como el título lo indica, la cinta relata la vida de Jesús de Nazareth desde su concepción por vía divina, su etapa profética y posterior muerte en la cruz. Es, en esencia, idéntica a cualquier otra adaptación de la vida de su protagonista; la diferencia recae en el acercamiento casi neorrealista de Pasolini hacia el texto original.
Para el auteur, Jesús antes de ser Dios es hombre. Defensor de sus pares, antes que predicador religioso. Ésas son las características que lo definen, no su faceta divina. Incluso la elección de Enrique Irazoqui –un profesor de economía español– como Jesús remarca ese punto. El no actor tiene un rostro único, lleno de peculiaridades muy marcadas y, a pesar de eso, mundano. A diferencia de otros intérpretes, Irazoqui no parece sacado de una estampita religiosa: porta cabello corto, su barba es de días –lejos de las encarnaciones más hippies– y ciertamente no tiene una aureola que alumbre su camino.
Luce contradictorio. Un hombre abiertamente declarado homosexual, marxista y ateo decide filmar un evangelio. Sin embargo, Pasolini encontraba similitudes entre su vida –llena de ataques por sus creencias– y la del hombre de Judea que fue acusado y asesinado por su credo. No es casualidad que Susanna Pasolini –madre del cineasta– tenga el papel de María. De esta manera se conjugan las naturalezas del cine descritas por Pasolini.
Es ese alejamiento dogmático el que permite a Pasolini apartarse de los errores clásicos de las adaptaciones religiosas al cine. No teme ser llamado hereje si no muestra al “salvador” como un santo porque él ya lo es. Su interés es meramente personal, no fervoroso; apegarse al texto bíblico es una decisión estilística.
A lo largo de El evangelio según San Mateo vemos a Jesús y sus discípulos andar por agrestes parajes –usados décadas después por Mel Gibson para filmar su épica bíblica gore–, llenos de pobres necesitados de un milagro. Continuando con el estilo mostrado en Accattone (1961) y Mamma Roma (1962), cercano al neorrealismo italiano, Pasolini filma sin glamour o sentimentalismos. Como si se tratara de un documental. Basta recordar la secuencia del juicio contra el protagonista,capturada a lo lejos, detrás del público, con cabezas estorbando la toma. Casi simulando una cámara metida de contrabando al lugar.
El evangelio según San Mateo es una demostración de la trascendencia del mensaje católico, no de sus formas de implementación arraigadas en la parte institucional de la religión. Las enseñanzas del nazareno son despojadas de todo halo de gloria, expuestas a la manera de un mitin político en permanente close-up. Jesús no habla con dulzura; al contrario, se hace patente su enojo contra las instituciones injustas. Cada frase se desprende de sus labios con dureza, sin el terso acercamiento al que el cine religioso está acostumbrado.
“¿No es el hijo de José, el carpintero?”, pregunta uno de los tantos transeúntes que pasan frente a la cámara, subrayando la naturaleza terrenal de Jesús. La herejía no es compararse con Jesús, sino olvidar su humanidad.
Por Rafael Paz (@pazespa)
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