‘Cosmopolis’: Un retrato de la crisis económica

Cuando se es entusiasta de alguien como David Cronenberg se ha recorrido un largo camino y un sinfín de escenarios que se entrelazan de forma casi distante, pero de manufactura artística similar. De los horrores virales de películas como Videodrome a los giros psicológicos de otras como A Dangerous Method, la filmografía de Cronenberg está envuelta en  una extraña relación física-psicológica que expide angustia y análisis, que huele a valentía y se siente fibrosamente rigurosa.

En Cosmopolis, su nueva película, regresa al método en el que se encarga de llevar a pantalla grande novelas que por sí mismas resultan complicadas al momento de pensarlo. Teniendo películas como Crash y Naked Lunch como antecedentes, resulta sencillo imaginar el camino que su adaptación de la novela de Don DeLillo tomará. El tratamiento de Cronenberg destaca por lo que sus anteriores lo hacen. Siendo eXistenZ la última cinta que él mismo escribió y dirigió, Cosmópolis se siente como el perfecto regreso al método de producción en donde el director toma sus elementos preferidos y le imprime un alto grado de su encanto personal: imprescindible tecnología, humanos maquinales, psicología abstracta y elegante destrucción.

En la película, Cronenberg se encarga de llevar el horror a niveles más palpables. Sin haber leído la novela, Cosmopolis se siente extrañamente ajustada a los tiempos en los que vivimos: una época en donde las grandes corporaciones dirigen al mundo  y las personas que las manejan hacen de un capricho un estilo de vida. En ella vemos al tipo más reconocible de la industria, Robert Pattinson, encarnando a un joven virtuoso millonario de nombre Eric Packer que con el único propósito de cortarse el cabello recorre la ciudad de Manhattan a su ancho. Sin importar que el presidente de los Estados Unidos esté en la ciudad o que fuera de su limusina el capitalismo esté colapsando en efecto dominó junto al mundo entero, Packer recorre las distancias de la mano de diferentes encuentros hasta llegar al punto final. Encuentros que van desde su revisión médica diaria, hasta un antiguo empleado que pretende terminar con su vida, pasando por bondades sexuales.

Cronenberg toma cada uno de ellos y los encuadra en pequeños diálogos que conjuran las mismas imágenes que películas como Coffe & Cigarretes o Night On Earth, pero con una estructura mucho más lineal y congruente. Pattinson es el conector de todas las historias y el epicentro del contexto de la película.
Dentro de la cultura general del mundo actual, Pattinson es el rostro más conocido, sin importar si su desempeño actoral resulta siquiera respetable en su curriculum anterior a la película. Al aparecer en una modesta producción cronenbergiana el colapso es el mismo en la industria como lo es el yuan chino en la película. La diferida manipulación de piezas estratégicas en un sistema provoca un caos en todo el protocolo. Y las conversaciones intercambiadas por Packer en la película deconstruyen todavía un poco más el desorden en el que decantaron aquellas decisiones. La película pone en escena el final de la economía moderna, contada a través de  los ojos de uno de sus dueños.

Contrario a lo que se pudiera pensar, Cosmopolis es un ejercicio que cumple con el objetivo más importante con el que fue concebida: reafirmar a David Cronenberg como uno de los directores más auténticos de nuestros días. Resulta inútil comparar sus anteriores trabajos con su obra contemporánea y si se hace con cautela algún punto de intersección se podrá encontrar. Quizá el más importante es aquel que nos deja ver lo interesante que resulta verlo contar historias que parecen ser hechas para nunca ser contadas. Cosmopolis es una que se cuenta sola en cualquier lugar donde se desarrolle una conversación crítica al sistema. A los ojos de Cronenberg, una historia que terminará algún día y en la que él estuvo ahí siempre para contarla.

Por Joan Escutia (@JoanTDO)

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