A pesar de que hubo un aumento sustancial de personas que acuden al Festival Internacional de Cine de Cannes, también es cierto que la oferta cinematográfica parece limitarse gradualmente año con año. Pocas son las películas que generan una conversación que surja de la forma del proyecto y no de su contenido.

Casi a la mitad del festival no se vislumbra un fenómeno como el de Parasite (2019) o Titane (2021), por mencionar los más recientes, esto puso aún más presión en Crimes of the Future (2022), el largometraje que todo el festival espera con ansias y que estaremos comentando a detalle mañana.

The Triangle of Sadness
Dir. Ruben Östlund
Sección: Competencia Oficial

La sátira requiere de cierto grado de sutileza y ambigüedad, algo que elude por completo The Triangle of Sadness, la más reciente película del cineasta sueco Ruben Östlund, quien obtuvo la Palma de Oro en 2017 con The Square. En el mejor de los casos, su nuevo filme es, ante todo, una parodia. Hay un exceso mordaz y un ingenio innegables, pero que desmerecen ante la obstinación de “burlarse” de sus “víctimas” (ricos, poderosos, hombres y mujeres inalcanzablemente bellos) los cuales son importantes para que esta “comedia” genere las risas necesarias. Inadvertidamente –o quizá con plena consciencia– Östlund perpetúa el dominio hegemónico, porque “satirizar” a los ricos es tremendamente divertido. Si no, ¿de quién más nos vamos a burlar?

Estructurada en tres partes –ven, un triángulo–, la primera se centra en las dinámicas de género que se desarrollan entre Carl (Harris Dickinson) y Yaya (Charlbi Dean), dos supermodelos que discuten de forma pasivo agresiva sobre las nuevas dinámicas de género e inclusión que permean el gremio de la alta moda y, como en Force Majeure (2014), el inextinguible miedo masculino que se traduce en dominación. En el segundo acto, los modelos son invitados a un yate con gastos pagados en el que conocen a un grupo de multimillonarios que incluyen negociantes rusos, fabricantes de armas británicos y la tripulación del barco, también cuidadosamente jerarquizada. Aquí la película comienza a tomar una estructura más fragmentada y episódica similar a la de The Square, y como en aquella, se vuelve irregular y difusa. Todo como preámbulo a la desastrosa cena del capitán (Woody Harrelson), un estadunidense alcohólico con ideas “comunistas” que se niega a cenar las mismas extravagancias culinarias que sus invitados y que prefiere comerse una hamburguesa con papitas –ahí, muy humildemente–. La cena termina en una orgía de vómito, retretes desbordados y un ataque por parte de piratas que da pie a la tercera parte: los sobrevivientes del naufragio habitan una isla desierta y ceden el poder a la jefa de limpieza del yate (estupenda Dolly De León), la única que sabe hacer fuego y conseguir comida, además de rápidamente imponer un matriarcado igual de arbitrario y dominante que el sistema anterior.

Las comparaciones con El señor de las moscas, o las películas Luis Buñuel, Luis García Berlanga y Terry Gilliam no se hicieron esperar de parte de los críticos que tienen la referencia “precisa” para ubicar al espectador y preparar su visionado. Lo cierto es que Östlund es un elitista ingenioso y agudo, el hombre que hace los “picantes” comentarios en una exclusiva fiesta de gala, cuyo estilo de filmar se adapta al del publicista o el galerista caro para las agencias, que sabe exprimir el atractivo de sus protagonistas (Harris Dickinson y Charlbi Dean) y que usa palabras como “socialismo”, “comunismo” y “capitalismo” con la misma arbitrariedad y desenfado que sus personajes. Resulta reveladora la escena en la que el capitán del yate y un millonario ruso (el extraordinario actor de carácter ucraniano Zlatko Buric) se enfrentan a googlazos con citas de Marx, Lenin o Jonathan Swift para atacarse el uno al otro. Como buen bufón, más no buen satirista, Östlund entiende de forma superficial aquello de lo de qué se está burlando, si eso no quita el hecho de que entretenga con su rutina a una cantidad significativa de personas.

Fummer fait Tousser
Dir. Quentin Dupieux
Sección: Función de Medianoche

El caso de Dupieux en Cannes es anómalo, considerando que pocos cineastas trabajan lo absurdo con la misma consistencia y seriedad que él lo hace. Cada película parece tener un concepto más risible que el anterior y, sin embargo, lo que fácilmente podría desbocarse en mero sinsentido alcanza un equilibrio peculiar. La clave radica en que Dupieux se compromete donde otros cineastas manejan una distancia irónica, no es que se tome en serio, simplemente hay un goce que salpica al espectador con la misma fuerza con la que una tortuga gigante es despedazada por un escuadrón antitabaco en la primera secuencia de Fummer Fait Tousser.

El filme presenta a un grupo de vigilantes conocidos como La fuerza antitabaco, que, como los Power Rangers, usa el trabajo en equipo como elemento fundamental para combatir a sus peculiares enemigos. Después de que uno de sus miembros comienza a presentar dudas, el jefe del equipo, una elocuente y articulada rata de peluche que babea un extraño líquido verde, decide enviarlos a un retiro forzoso en el que deberán reforzar lazos si es que desean continuar combatiendo a sus enemigos.

Dupieux plantea una película de superhéroes que va a contracorriente en todo sentido. Al centrarse en la camaradería antes que las proezas y las batallas, Dupieux encuentra una nobleza única en la forma que sus personajes interactúan entre ellos, quienes se cuentan bizarramente cómicas historias uno a otro –con apariciones de Adèle Exarchopoulos y la hilarante Blanche Gardin de France (2021)–. Más que un homenaje a todas sus referencias, que van desde Troma hasta los Feebles de Peter Jackson, Dupieux los toma para construir algo que, además de feroz, es asombrosamente tierno.

Holy Spider
Dir. Ali Abbasi
Sección: Selección Oficial

En Border (2018), trabajo anterior del cineasta Ali Abbasi, había una inventiva y audacia inusual que en su nueva película, Holy Spider, se han convertido en pura abyección y temor de no entregar una pieza que el comité de programación busca en países no occidentales: crudeza, violencia, atraso e ignorancia que agitan fuertemente las banderas intervencionistas… ¡Sálvennos de nosotros mismos por favor!

Todos los elementos de cine de género existentes en Border se desechan totalmente para construir una película que parece hecha para cubrir el hueco dejado por el cineasta turco Fatih Akin. La trama presenta a un asesino serial (Mehdi Bajestani) de prostitutas en una islámica ciudad sagrada que emprende una cruzada de “limpieza espiritual”, discretamente apoyada por las fuerzas policiacas y jurídicas. Ante la inacción de los mismos, una joven periodista (Zar Amir Ebrahimi) trata de cazar al asesino, atrayendo atención mediática que pone enorme presión sobre las machistas y corruptas autoridades.

Abbasi se ciñe al modelo de producción lleno de primeros planos de mujeres estranguladas, erosionados y lúgubres departamentos, calles y callejones abandonados para poder seguir jugando en las “ligas mayores” del certamen francés –que en términos futbolísticos, trae el nivel de una liga mexicana con patrocinio bancario– y que nunca falla en cada edición. No se trata de negar que las situaciones expuestas en Holy Spider no existan, sino que fuerza a las cinematografías no occidentales a reforzar un modelo de producción que se alimenta de su propia miseria para beneficio de mercados extranjeros. En términos meramente cinematográficos, no existe nada que discutir o reflexionar, mientras que en términos de programación y visibilidad, sigue haciendo evidente otro problema, considerablemente menos importante que otros, que tampoco tiene para cuando terminar. Apúntala para los premios.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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