El psiconalista británico Wilfred Bion, al estudiar las alucinaciones de un grupo de pacientes esquizofrénicos a finales de los años 50, afirmaba que cada alucinación era producto de la expulsión de los sentidos, había un vínculo no solo psíquico, sino físico con aquello visto, escuchado o sentido pero que no existía en el plano de “lo real”, todas existen en otro plano, en el que quizá puedan llegar a convivir tal como lo presenta el cineasta mexicano Carlos Carrera en su acariciado proyecto Ana y Bruno que finalmente llega a las salas mexicanas.
La película relata la historia de Ana (Galia Meyer), una pequeña niña que junto con un grupo de criaturas fantásticas e imaginarias lideradas por el irreverente Bruno (Silverio Palacios), escapa de una clínica psiquiátrica en busca de su padre (Damián Alcázar) para poder salvar a su madre (Marina de Tavira), quien será sometida a una intensa sesión de electroshocks, cortesía del siniestro Dr. Méndez (Héctor Bonilla).
Tocando temas como el trauma, el duelo y la frágil frontera entre la tristeza y la patología, Carrera construye dos películas dentro de su ambicioso proyecto: por un lado, una animación con la estructura de una odisea local a San Marcos que reúne a un grupo de seres alucinados, productos de una enfermedad mental, que trabajan juntos para salvar a una maternal princesa; por otro, un agudo retrato de la necesidad de reconciliarnos con nuestro dolor a través de su apreciación y no de su rechazo.
Los mundos infantiles y adultos colisionan en la tierna figura de Ana, cuyo diseño remite a muchos de los trabajos previos de Carrera, particularmente animaciones como la celebrada El héroe (1994) o De raíz (2004) y que representa el eje principal de un universo distintivo, definitivamente mexicano más no folklórico y que contiene referencias a figuras que habitan el imaginario nacional, sea la época del cine de oro o incluso la sordidez de Profundo Carmesí.
Ana y Bruno quizá no cuente con la pulcritud y refinamiento visual al que la audiencia esta acostumbrada, pero a nivel narrativo Carrera logra construir una historia sólida que incita a perder el miedo a todo aquello que existe en nuestra mente y que decide salir a otro plano de existencia, por que incluso esas abyecciones, por más escalofriantes, perturbadoras o extrañas que puedan parecer, son una parte de nosotros que pide regresar por donde vino.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)