Desde luego que fuiste coronada con laurel al inicio,
tu cabello dorado estaba bañado en laurel,
pero el oro se desvanece y el laurel ha desaparecido
Tennessee Williams, Dulce pájaro de juventud
La nostalgia es, paradójicamente, nuestro pasatiempo preferido. Las remembranzas y el ejercicio del recuerdo se han convertido en algo sumamente lucrativo y atractivo, particularmente cuando esas memorias, generalmente conformadas por fugaces imágenes y sonidos, están ligados a nuestra infancia. Es de esas evocaciones que la documentalista María José Cuevas nutre la curvilínea parafernalia de su más reciente documental Bellas de noche en el que cinco de las vedettes más famosas de la época dorada del cabaret en México presentan su glamuroso pasado y su crudo, pero sincero, presente.
De un ritmo cadencioso y envidiable ligereza, como la cadera de Rossy Mendoza, la película de María José Cuevas entrelaza los encuentros con las cinco representativas vedettes, algunos mejor integrados que otros, para crear, más que un retrato de ellas, una exuberante y trágica visión sobre el tiempo y sus estragos. Como dice Olga Breeskin frente a la cámara: “la juventud es el período más corto de tu vida”.
Es justamente en ese pasado, que es presentado en glorioso material de archivo del que resaltan los fragmentos de Tivoli (1974) y Burlesque (1980) o una entrevista con Verónica Castro en La Movida, que exhuma la opulenta decadencia de la era de la vedette. Mujeres que con su sola presencia podían entretener aunque no contaban con la aguda pericia de Mae West (Goin’ to Town, 1931) al hablar, la gracia de Ninón Sevilla (Aventurera, 1950) o Yolanda Montes “Tongolele” al bailar, tenían la exaltación de sí mismas: su fastuosa indumentaria, una remarcada postura de diva y un exuberante, pero ilusorio, garbo.
Dónde el documental se sincera es en las entrevistas que dejan al descubierto el presente de estas mujeres y que frente a la cámara de Cuevas muestran su cotidiano, sin maquillaje, diamantina o plumas. Lo que buscan preservar, a como de lugar, es la belleza, pero en ese intento, la exaltación se ha convertido en un distorsionado paroxismo. Sin embargo donde el rostro decae, el carisma reluce.
Ya sean las ambiciones de escritora metafísica de Mendoza, la nobleza canina de Seux o la lucha cristiana de Breeskin, María José Cuevas demuestra que sus extravagantes entrevistadas contaban con algo más que el espectáculo de su cuerpo: actitud y bravura que aún capturan nuestra atención, por que cuando se mira al firmamento, la edad de una estrella es irrelevante ante su vibrante fulgor.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)