A tres décadas de ‘Gremlins’

Debo decir que no vi Gremlins (1984) en su fecha de estreno, ni siquiera había llegado a este mundo para ir al cine aquel 8 de junio. Sin embargo, sí fue una de las películas que más disfruté en mi infancia. Supongo el adorable Gizmo convenció a mis padres de que se trataba de un entretenimiento seguro para su muchachito, sin tomar en cuenta su humor negro –incluso sexual–, criaturas derretidas y referencias cinematográficas inaccesibles para mi corta edad. Quizá no entendí muchas cosas y pese a eso la huella dejada por las traviesas criaturas fue honda y perdurable.

La historia de Gremlins es sencilla, es navidad en un pequeño pueblito norteamericano y un fracasado inventor llega a una misteriosa tienda en el barrio chino tratando de embaucar con sus creaciones al encargado. Ahí, los ruidos emitidos por una misteriosa criatura llamarán su atención, al grado de ofertar por ella infructuosamente. Mediante una treta logra llevarse a casa y es advertido de ciertas reglas de cuidado. Mogwai o Gizmo será recibido con ternura por la familia y es mimado inmediatamente, hasta que la torpeza adolescente rompe el código y una plaga de diabluras azota al pueblo.

Hay un par de razones por las que el trabajo de Joe Dante (The Howling, Small Soldiers) sigue conquistando corazones o mantiene el cariño del público treinta años después de su estreno. La principal es lo juguetona de su premisa, digna de una película de serie b. Dante lo sabía y su acercamiento al material es ése, la diversión vive por encima de la seriedad o el terror. No busca otra cosa porque no lo necesitaba. Incluso, la cinta puede verse como una perversión del clásico ¡Qué bello es vivir! (It’s a Wonderful Life, 1946), de Frank Capra, y que es aludida en la trama.

Para Dante y su guionista, Chris Columbus, los Gremlins son la representación del comportamiento humano en época navideña: egoísta e interesado en la faceta lúdica de las festividades. Uno de los personajes odia esos días y es continuamente cuestionado sobre el porqué de su disgusto, al ver a los Gremlins comportarse es fácil entenderla… además su papá murió con un traje de Santa Claus.

La popularidad lograda por Gremlins llevó a sus productores y creadores a vomitar una secuela en 1990, Gremlins 2: la nueva generación (Gremlins 2: The New Batch), que, como muchas segundas partes, es más grande y escandalosa, perdiendo en el camino mucha de la esencia hace a su predecesora tan disfrutable. Hoy día las películas de verano están más preocupadas en enfoques realistas u oscuros de superhéroes, en impresionantes pero vacías escenas de acción y en el branding por sobre todas las cosas. Volver a ver Gremlins es refrescante porque pertenece a un periodo donde divertirse era más que suficiente.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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