El postulado más grande detrás de La última película (2013) es que el cine ha llegado al límite, no da más y, por lo tanto, la única forma de renovarlo es destruirlo, dinamitarlo hasta dejar irreconocibles sus elementos más canónicos, para así poder construir una nueva gramática cinematográfica.
De esta manera, el director filipino Raya Martín y el norteamericano Mark Peranson se sumergen en un viaje metanarrativo\conceptual\
Aunque en realidad no importa mucho, la historia estructural de La última película captura el viaje de un reconocido cineasta estadounidense, Alex (Alex Ross Perry), y su guía, Gabino (Gabino Rodriguéz, la musa de Pereda) por la Península de Yucatán, buscando locaciones para su testamento fílmico.
La travesía es el pretexto para explorar los límites del cine mismo, su innegable artificiosidad y reconstruir el concepto de lo que entendemos por séptimo arte. Para ello, ambos realizadores cortan y pegan las escenas de manera casi aleatoria, cambian formatos, muestran el proceso de filmación, permiten a sus actores a romper la cuarta pared, etc. Martín y Peranson usan todos los trucos del cine más experimental para concluir que lo artificial de este arte permite reinventarlo mientras haya directores con las ganas de cruzar los límites.
La última película es un largometraje que resultará más atractivo para aquellos interesados en la teoría cinematográfica. A nivel de ideas, el proyecto es muy atractivo. El grupo de enfrente sin duda la tachará de otra tomadura de pelo más del cinema d’auteur.
Por Rafael Paz (@pazespa)