Un día que el enorme crítico francés Serge Daney daba clases en París notó que uno de los alumnos presentes en su clase no estaba inscrito en el curso pero poseía un notable talento. Impactado por el notable talento del joven, el también director editorial de la prestigiosa Cahiers du Cinema propuso al oyente dedicarse a escribir en la legendaria revista. El joven aceptó y debutó con una crítica muy positiva al debut como director de Sylvester Stallone, Paradise Alley (1978). El nombre de ese muchacho era Leos Carax.

Nacido bajo el nombre de Alexandre Oscar Dupont, el cine de Carax está en constante búsqueda de lo dinámico y la intertextualidad. Trabajos de factura notable y sumamente complejos de descifrar, pero fáciles de degustar. Carax estudia el movimiento del cuerpo a detalle en cada plano de su filmografía, hace estudios de la relación entre ellos, envueltos en atractivos empaques que hacen las delicias de espectadores versados e hiperintelectualizados, así como de el casual novato.

El festival Distrital: Cine y otros mundos ofreció una retrospectiva que incluyó todos los largometrajes del cineasta francés en la Cineteca Nacional. Esperamos no hayan dudado de ser partícipes del absurdo y bello mundo del Señor Oscar.

Boy Meets Girl (1984)

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Con una innegable influencia por el primer Godard –de À bout de souffle a Pierrot le fou–, Boy Meets Girl es en esencia una historia de amor, un melodrama, pero como hacía el maestro de la nouvelle vague, la pericia de Carax lleva la trama más allá de los límites genéricos. Luce como una película sobre el amor adolescente, pero no es sólo eso.

El guión sigue a Alex (Denis Lavant, ya fetiche de Carax), un joven con aspiraciones cinematográficas que acaba de ser dejado por su novia. En otro punto de la ciudad, Mireille (Mireille Perrier) pasa por una situación similar con su pareja, situación que la hunde en un charco de depresión. Eventualmente, ambos universos, llenos de indiferencia y melancolía, colisionarán, dando pie a un enamoramiento atípico. El director muestra desde el primer fotograma su capacidad para asentar una atmósfera y el estado de ánimo que recorrerán toda la cinta, aderezados con una bella fotografía en blanco y negro.

Leos Carax tenía 24 años cuando se anotó su primer triunfo con la crítica.

Mauvais Sang (1986)

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Ladrones. El tema por excelencia de la nouvelle vague, un espectro que aun deja una pesada sombra sobre los cineastas franceses de discurso. Godard lo manejó brillantemente en A Bande Apart (1964) y por supuesto en A Bout de Souffle (1959). Truffaut capturó tiernamente ese estilo de vida en su paradigmática Les 400 Coups y Carax hace un gentil y elegante robo de esos temas para incorporarlo a su segundo largometraje, el primero a color.

En este filme dos ladrones, Marc (legendario Michel Piccoli) y Hans (Hans Meyer) tienen una pesada deuda con una gringa que les da dos semanas para pagar. Para hacerlo planean robar un suero para una enfermedad que está asesinando amantes para lo cual reclutan a Alex (Lavant, el fetiche) que se enamora de Anna (Juliette Binoche a la Jean Seberg) la pareja de Marc. Carax juega con la identidad cromática de cada personaje, incorporando cómodamente el color a su singular universo regido por una necesaria revitalización del espíritu de la alicaída nouvelle vague ante el abandono de Godard y la muerte de papá Truffaut un año después. Una devastadora historia sobre la muerte del amor y el asentamiento de una voz que a la postre buscaría destruir no sólo el romance, sino el cine mismo.

Les Amants du Pont Neuf (1991)

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El filme que fungió como plataforma mundial del director galo se desarrolla en alrededor del Pont-Neuf, el puente más viejo de París que conecta el París moderno con el París romántico, un puente y un diálogo que se encuentra a lo largo de la película en permanente construcción. Es aquí que Alex (polifacético fetiche de Carax, Denis Lavant), un artista callejero y Michele (brillante Juliette Binoche) una pintora burguesa que es llevada a la marginación por una enfermedad ocular y una desastrosa vida emocional.

Carax no sólo une las dos facetas de París y a sus dos protagonistas, sino que construye a lo largo de la cinta una serie de vasos comunicantes entre un cine lírico que se mueve en la crudeza de un cine callejero, fuertemente influenciado por la poesía urbana de Louis Ferdinand Celine. Se trata de toda una celebración a lo que es la identidad francesa desde la enigmática óptica de Carax, en el marco de la celebración del bicentenario francés en 1989. Les Amants du Pont Neuf es una película de constantes cruces y encuentros, cada uno más salvaje, ridículo y bello que el anterior. La escena cumbre de la celebración de estas diferencias, se halla engalanada por los pomposos fuegos artificiales que son la más consumada expresión: una explosión que celebra algo nuevo, construido sobre un cimiento viejo. Leos Carax explotaba en esta increíble fusión, perdíamos la vista pero ganábamos conciencia.

Pola X (1999)

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Satanizada por los segmentos más conservadores de la cinefilia, gracias a su provocadora, sugerente y, al final, poco explícita escena de sexo entre un par de hermanos. Vaya forma de despedir el milenio. Pola X es una adaptación al texto Pierre, ou les Ambiguities de Herman Meville –la X responde a que es el décimo borrador del guión– y es, quizá, la entrada con menos cohesión de la filmografía de Carax.

El cuarto largometraje del enfant terrible francés es un bello desastre cortesía de su ambición. La trama tiene como personaje principal a Pierre (Guillaume Depardieu), un adinerado y joven escritor cuya novela debut está generando un pequeño culto. Vive con su madre (Catherine Deneuve) en un chalet en el campo y sostiene una relación con ella bastante estrecha, probablemente… demasiado estrecha. Al grado de que uno y otro se llaman hermano y hermana, además de mantener un edípico comportamiento.

Su vida parece marchar bien y dentro de poco contraerá nupcias con la bella y delicada Lucie (Delphine Chuillot), el teatro comienza a desmoronarse cuando descubre que una enigmática morena, Isabelle (Yekaterina Golubeva), lo sigue a todas partes. Pronto nos enteramos de que es su media hermana y, ante la noticia, Pierre decide dejar los lujos y su vida acomodada atrás y vivir con ella, primero en hoteles de paso y después en un gran almacén que comparten con una banda de terroristas de extravagante gusto musical. El plan es compartir los días como hermanos y ante el público ser marido y esposa, con el paso del tiempo la línea se borrará completamente y se unirá a la ecuación Lucie. Ménage à trois, oh la la.

De ritmo irregular, Pola X es un retrato de la búsqueda del artista por expresar de manera fidedigna sus emociones y contradicciones. El que ambos protagonistas (Depardieu y Golubeva) fallecieron no hace mucho sólo incrementa el morbo.

Holy Motors (2012)

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Ni una reflexión sobre el estado del cine, ni una bizarra experiencia, ni un filme provocador. La génesis de Holy Motors es un reflejo, una audiencia en un cuarto oscuro cuyos ojos brillan ante el encuentro de la escurridiza imagen como fue captada hace más de 100 años por pioneros como E. Muybridge, el reflejo como mentira, el cine como una mascarada amorfa, carente de identidad. Monsieur Oscar –nombre real de Leos– (Denis Lavant, brutalmente versátil) es un hombre que lleva diferentes vidas mientras que hace uso de una limusina para transportarse y maquillarse, manejada por otra bella pieza de iconografía francesa, la gran actriz Edith Scob (La Voie Lactée, Les yeux sans visage).

Holy Motors es nominalmente una película, pero excede esa frontera. Es todo el cine y sus géneros y convenciones al tiempo que no es realmente nada ni habla de nada. Su tema central es en esencia inexistente. Carax juega con las expectativas de la audiencia, acomoda y reacomoda su amplio bagaje lúdico reacomodando un peligrosamente sublime rompecabezas que incluye referencias al cine hollywoodense de los 90, cine hongkonés de la primera década del siglo XXI, películas animadas, el reinado del CGI, las nuevas pretensiones artísticas (de lo “bello” a lo “raro” como proclama obscenamente el fotógrafo del cementerio). Carax nos pone todo el cine en una pesada píldora, difícil de digerir pero cuyos efectos son un abrumador encanto y una extasis hipnótica.

Por JJ Negrete (@jjnegretec) & Rafael Paz (@pazespa)

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