La verdad (La vérité, 2019) tiene como protagonistas a Fabienne Dangeville (Catherine Deneuve) y su hija Lumir (Juliette Binoche), la primera es una gran diva del cine francés, una leyenda en carne viva que busca en todo momento vivir a la altura de fama y prestigio, aunque sus mejores años parecen haber quedado atrás. Su hija, por su parte, es una guionista que vive en Nueva York al lado de su esposo, Hank (Ethan Hawke), un actor secundario de la televisión norteamericana, y la pequeña engendrada por ambos, Charlotte (Clémentine Grenier).

La primera película de Hirokazu Koreeda (De tal padre, tal hijo, Still Walking) filmada fuera de Japón deja en claro que la relación entre los personajes principales se agrió muchos años atrás, Lumir visita la casa materna no con la intención de arreglar el trato con su madre sino para revisar a detalle la biografía escrita por la diva, La verdad, donde ésta pretende contar a su manera los recuerdos más emotivos de su vida.

Lumir inicia así una lucha por su madre y un emotivo juego de espejos, que recuerda más al trabajo de Ingmar Bergman (Sonata de otoño) y Olivier Assayas (Las horas del verano, Las nubes de María) que a su propia filmografía, aunque al centro conserve su interés por las dinámicas familiares. La verdad, y en especial la memoria, son para Koreeda el detonante de las acciones de los personajes, dejando claro en más de una ocasión que los recuerdos, como los seres humanos que los resguardan, son falibles, susceptibles de ser modificados a conveniencia.

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El juego se extiende a los actores mismos, quienes parecen interpretar una versión de sí mismos (al menos, la versión pública), aunque su presencia en pantalla no empate al 100% con las ideas prefabricadas que tiene la audiencia de ellos. El personaje de Denueve, por ejemplo, construye y transforma su historia con el objetivo de engrandecerla, de hacerla más atractiva para los interesados en conocerla. Su hija no se queda atrás, a pesar de llevar años junto a Hank, éste sólo ha visto una vez en la vida a Fabienne porque, según explica Lumir, es un actor muy solicitado, a la postre descubriremos que la verdadera afición de Hank no es precisamente el trabajo sino el fondo de la botella.

El asunto se confirma con el desarrollo de un personaje que ocupa gran parte del relato, Sarah, a pesar de que nunca aparece en pantalla. La mujer fue una amiga muy cercana de Fabienne, al grado de que Lumir parece identificarla como una segunda madre aun cuando han pasado décadas de su muerte. Su recuerdo se ha beatificado, gracias al beneficio de que su naturaleza humana está incapacitada de desvirtuar sus acciones por obvias razones. Por eso su sombra se extiende entre los presentes y, en especial, sobre la relación entre madre e hija, la egoísta diva no puede competir en igualdad de condiciones con la añorada difunta.

Somos aquello que recordamos, aún si nuestra memoria es incapaz de reproducir fielmente nuestras experiencias. Si el largometraje no alcanza la profundidad emocional de otros proyectos de Koreeda probablemente se deba a que éste parece estar más interesado en hacer eco de los dos cineastas arriba mencionados. Si la versión francesa de Koreeda no alcanza los niveles emocionales antes conocidos se debe a que, como toda traducción, algo pierde en el camino.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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