9º Ambulante | ‘Cutie y el boxeador’: La dinámica del artista

La vida del artista suele caracterizarse por una mezcla de caótica libertad y de inevitable dependencia del gusto ajeno. El ideal de instalarse en el gusto colectivo (ya sea de nicho o popular) empuja los límites de la creatividad hasta las emociones más elementales y crudas. Esto resulta particularmente cierto en el competido mundo del mercado artístico en la ciudad de Nueva York, en la que coleccionistas de arte privados e instituciones artísticas dictan los volubles parámetros de las tendencias artísticas.

El documental Cutie y el boxeador (Cutie and the Boxer, 2013) se acerca de manera ágil y accesible al mundo del artista plástico Ushio Ishinohara, conocido por sus murales de pugilismo expresionista, alejados del dripping del maestro J. Pollock, de combativo dinamismo y cromatismo explosivo, así como sus voluminosos vehículos construidos con material reciclado. El documental esta estructurado hábilmente con imágenes de la vida cotidiana del artista, cohesionados por interludios animados inspirados en los delicadamente toscos dibujos de la esposa de Ishinohara, Noriko.

La vida marital de ambos artistas, así como los sentimientos de recelo (“yo también soy artista”, enuncia Noriko en algún momento del documental) son capturados con gracia por el documentalista Zachary Heinzerling, logrando un magnífico equilibrio entre el testarudo comportamiento de Ushio y el íntimo descubrimiento y reconocimiento de Noriko como artista.

Inyectada con debutante brío, las discusiones de este par de artistas mucho distan de pretensiosas o sofisticadas dilucidaciones sobre el carácter del arte para centrarse en discusiones más mundanas, pero sin duda, con un firme eco creativo, ya sea el valor de los primeros trabajos de un artista como el impacto de mayor fuerza (tomando como ejemplo el clásico Jaws de Spielberg) hasta las rutinarias discusiones sobre las dificultades económicas, las delicias culinarias del pescado crudo y la desnudez como la prenda mas ostentosa del artista.

El documental añade comentarios sobre el trabajo de Ushio como artista, su breve vinculación con el híper famoso pop art de la mano de Andy Warhol y su factoría, así como la mercantilización del arte, el papel de los opulentos mecenas de hoy en día y sus temperamentales gustos, que encuentran en la visceralidad del trabajo de Ushio una oportunidad de lucrativo reconocimiento.

Heinzerling crea un dinámico y vibrante retrato en el que la producción artística lleva la historia en la que la virilidad conoce a la gracia y en mágica onomatopeya (BAM!) se da un golpe de color al vacío. Noriko y Ushio son una pareja entrañable, dulce y cálida que viven en periodos intercalados de prosperidad y caos.

El arte, de acuerdo a Ushio Ishinohara, es sucio. Así es como expresa su frustración después de años de ingrata actividad artística, sin mencionar su método de trabajo que consiste en usar guantes de box con pintura para golpear con fuerza el blanco espacio. ROAR es el nombre de la exposición más reciente de Ushio y Noriko, la respuesta juguetona, simple y tiernamente trangresora, así como la vida de esta pareja cuya fuente de energía viene de una explosiva y colorida comunión de pasión y juego.

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Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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