9º Ambulante | ‘Blackfish’: El negro mundo marino

Tabloid (2010) de Errol Morris mostraba el caso de Joyce Mckinney hace varios años de una manera particularmente efectiva. La historia parecía estar contextualizada bajo una sola postura, las acusaciones envueltas en su desarrollo parecían ser específicamente juzgadas de un solo lado de la moneda. El mérito de Morris fue construir un documental que le permitiera al espectador abrir un panorama, acaso, lejos de lo que se había establecido en su origen. Tabloid dejaba una perspectiva abierta a diferentes interpretaciones, más allá de lo que se pudiera pensar de inicio. Un documental que, además de ser imparcial, es curioso consigo mismo.

En Pez negro (Blackfish, 2013), Gabriela Cowperthwaite manufactura un documental acerca de la historia de una ballena asesina llamada Tilikum, de su vida a partir de su captura hasta el día de hoy, sus víctimas y  evolución como ser vivo dentro del mundo “marino” de Florida. También lo hace abarcando los distintos escenarios que nacen a partir de ese punto: como su relación con otros sitios marinos de entretenimiento, la dura carrera como entrenador de animales marinos, el resto de las ballenas en el parque y otras cosas más. Y, contrario al ejercicio de Morris, el trasfondo de Blackfish pudiera tener distintas posturas al inicio, aunque al final el documental se esfuerza en hacer brillar sólo una de ellas.

Cowperthwaite se arma de personas que alguna vez trabajaron en Seaworld para su esquema principal de testimonios, personas que –más tarde en la película- nos damos cuenta forman parte de una asociación que está en contra de los parques acuáticos y derivados. También utiliza entrevistas con personas en apariencia expertas en el tema y otras que analizan al animal desde el punto de vista psicológico. Blackfish parece no ser imparcial en ninguno de sus testimonios. Se trata de un documental de denuncia y que no brinda ninguna otra perspectiva distinta a su origen. Sin embargo, dentro de su imparcialidad existen varios recursos que la hacen valiosa al espectador.

La película parece estar dividida entonces en tres partes que titubean en su conexión como un todo. La primera es una tenebrosa historia –que recuerda al terror complejo de Inside Job–  acerca de la vida salvaje en cautiverio y sus consecuencias; además de una valiente cinta de esclavitud y rebelión, perfectamente apoyada con imágenes de archivo que en algunos momentos son morbosamente explícitas y con testigos hablando de los acontecimientos. La segunda una película de denuncia eficazmente dinámica con dramatizaciones dibujadas del juicio en contra del mundo marino y testimonios de su maldad. Mientras que la última parte es una ridiculización de la víctima principal y un empalagoso homenaje a su obra. Blackfish es un tren en descarrilamiento que se desmorona conforme avanza.

Al final del día, la película es una imparcialidad que se auxilia de sus virtudes para ganar nuevos adeptos a su causa. En donde Tabloid era valiente, Blackfish es temerosa; en donde aquella era divertida, ésta es morbosa y en donde Morris era analítico, Cowperthwaite es una necia denunciante. Blackfish es el documental más estrictamente moralista que van a ver en todo el festival y el que menos armas de discusión va a brindar a cualquier espectador.

Por Joan Escutia (@JoanTDO)

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