8º Los Cabos | Entrevista: Andrea Martínez sobre Observar las aves

El nuevo trabajo de Andrea Martínez Crowther, Observar las aves (2019), tuvo su premiere mundial en la octava edición de Los Cabos International Film Festival, donde obtuvo el Premio del Público. La película propone el retrato que hace de sí misma Lena (Bea Aaronson), una académica especializada en Marcel Proust y Baudelaire que acaba de ser diagnosticada con Alzheimer.

Observar las aves se convierte en un ensayo sobre la memoria y el miedo intrínseco de cada ser humano a desaparecer junto con sus recuerdos. Sobre ese tema platicamos con la directora, a continuación reproducimos la charla:

Es curioso encontrar una producción mexicana que usa las herramientas del falso documental para contar una historia que no es de terror.

Andrea Martínez Crowther (AMC): No me gusta el término falso documental porque no siento que se falso, ni un documental. Para mi es claramente una ficción que es un juego, jugar con aquellos elementos del lenguaje documental para hacer una ficción. Mi trayectoria como cineasta se ha dado en los dos mundos. Mi primera película fue una ficción, el segundo un documental y ahora una ficción que juega a ser documental. Me encanta jugar con la realidad, explorar y ver de qué manera se cruzan. No veo tanta diferencia entre los dos, no son tan diferentes. Tanto en el documental como la ficción se necesita una historia que tenga drama, conflicto, su premisa, el tema universal del que habla, un personaje con todos sus perfiles sicológicos.

La manera en que trato el documental es muy similar a la ficción. No fue una decisión estilística, era una necesidad que tenía el proyecto desde su concepción. Cuando imaginé la película, primero pensé en un documental. Aunque el documental en que yo estaba pensando era imposible de hacer, no podía existir este documental, se volvió una ficción tomando eso como punto de partida.

Hay un juego, también, donde cuentas ciertas partes de tu vida pero la ficción se impone. Como pasaba en Ciclo (2013)…

AMC: Siento que soy una cineasta y escritora que me cuesta mucho trabajo inventarme cosas de la nada. De mi pura imaginación inventar un personaje y un mundo, no me sale. Siempre parto de mis experiencias y de mis temores, deseos. El chiste es qué hago con eso para volverlo universal, que no sea una historia que nada más interesa a mis papás. Definitivamente, mi cine tiene un fuerte rasgo personal, pero eso no tiene importancia. Lo importante es lo que se plasma y, en este caso, es meramente ficción. El documental también tiene un grado de ficción, la cámara tiene un punto de vista, no es objetivo, eso no existe.

Creo que la clave es qué tan honesto es, no importa si es real o no, ¿es honesto? ¿Está reflejando algo desde las entrañas que le va a llegar a otro ser humano? Eso me interesa como cineasta. Jugar con la forma es un juego, puedo ir por uno u otro lado, me interesa llegar al público a través de las emociones.

El cine en sí, es también un engaño. Luz en una pared. ¿Por qué la ficción tendría que ser diferente?

AMC: Yo ofrezco una experiencia, donde ojalá llegues a sentir algo. Coraje, rabia, felicidad, tristeza, motivación. Mi objetivo siempre es hacerte sentir algo, hay infinidad de maneras de hacerlo.

¿Qué significa Marcel Proust para tu obra? En la película es otro personaje…

AMC: Insertar a Proust y Baudelaire en la película se dio de manera orgánica, tuvo mucho que ver con Bea (Aaronson), porque yo sabía que Lena era una escritora reconocida, con libros publicados. Al conocer a Bea, resultó que ella sí se había clavado en Proust y Baudelaire, buscamos por ahí. Me dejé llevar por la realidad, no era querer, sino explorar. Mucho salió de la mano de Bea, ni siquiera tuve que comprar libros porque ella los tenía. Incluso, hay escenas que no están en el corte final donde ella da conferencias sobre el tema. Ella conoce muy bien su obra, me pareció padrísimo incluirlo.

¿Cómo diste con Bea? ¿Es su primer trabajo en cámara?

AMC: Desde el inicio quería trabajar con no actores, al final tuvimos a varios que sí eran profesionales, los hijos, por ejemplo. Bea no es actriz profesional, pero es una mujer renacentista, pinta, canta, escribe, hace collages, un poco de todo. No tenía mucha experiencia en actuación, había hecho teatro. Su personalidad, fortaleza e independencia, me dije es Lena. Bea es Lena. Porque tenía los rasgos más importantes, la edad, que fuera extranjera, que pudiera hablar inglés o francés y español por la pérdida del lenguaje. Sobre todo su personalidad, para encontrar una mujer así, profesional, que quiera hacerlo.

Necesitaba una mujer muy aventada y ella desde que lo leyó dijo “yo lo hago”. Se comprometió desde un principio, al momento de trabajar con ella era muy curioso porque yo soy muy contenida y Bea es muy extrovertida, también jugamos con eso. Qué tanta emoción había, qué tanto lo contenemos, cómo trabajar el personaje para que fuera Lena y no Bea.

Es una película sobre la memoria, el cine parece extender los recuerdos, revivirlos, pero al perderse la persona que hizo el registro, son recuerdos sin contexto…

AMC: Hay una escena en la película, donde la cineasta encuentra en los bolsillos de Lena fotografías arrugadas. Eso está basado en la vida real, una vez encontré en casa de mi mamá fotos arrugadas, se me enchina la piel de pensarlo porque qué manera tenemos nosotros de querer asir y no soltar los recuerdos. Ganas de no perder los recuerdos. Así somos, no queremos perder la memoria, porque perderla es perdernos a nosotros.

La película es una reflexión acerca de esas ganas de no desaparecer nosotros.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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