8º Los Cabos | Entrevista: Emilio Santoyo sobre El deseo de Ana

La ópera prima de Emilio Santoyo, egresado de CENTRO, se construye a partir de seguridades e intimidades que se vulneran. Ana (Laura Agorreca) parece vivir una monótona vida junto a su hijo, Mateo (Ian Garcia Monterrubio), en la Ciudad de México, ella no parece totalmente satisfecha pero esto tampoco luce como un conflicto para su persona. Todo cambia con la llegada de Juan (David Calderón León), el hermano que creyó abandonar cuando dejó su pueblo natal varios años atrás. Su aparición quebrará el cotidiano organizado por Ana, erosionando poco a poco las barreras que impuso con su exilio y despertando un antiguo (y  prohibido) deseo fraternal.

La película compite en la categoría México Primero de la octava edición de Los Cabos International Film Festival, donde tuvimos oportunidad de platicar con su director sobre los temas que dan vida su proyecto. A continuación reproducimos la charla:

¿Las películas mexicanas están condenadas a ser proyectos de pasión?

Suena un poco pesimista, pero sí creo que son proyectos de pasión porque no tenemos una industria. Decir que hay una industria sustentable es un poco una ilusión. A menos que hagas cierto tipo de cine y ni siquiera así. No está mal, hacer cine, cualquier tipo de disciplina artística, involucra mucha pasión. No creo que alguien que no tenga la necedad y el ímpetu pueda hacer una película, involucra mucho esfuerzo y trabajo, placer y sufrimiento.

¿Cómo surgió la historia? Es un tema sensible.

Yo estudié en Centro: diseño, cine y televisión. La primera clase que tuve fue de Gabriela Vidal, una guionista, dramaturga y escritora argentina, la admiro mucho y se ha convertido en mi amiga y colaboradora. Cuando salí de la escuela tenía la idea de hacer una película que hablara de 3 temas: familia, nostalgia y deseo prohibido, un deseo que la sociedad te dice que está mal. Era una etapa de mi vida en la que tenía una relación más o menos parecida, ¿por qué estaría mal desear a alguien? ¿Qué está mal?

Empecé a trabajar en un guión que no me estaba saliendo, llegó a mí la historia del Deseo de Ana, escrita por Gabriela Vidal en un taller con Paula Markovitch. Cuando la conocí sentí que había puntos en común con las cosas que yo quería tocar, me fascinaba los personajes. Gabriela tiene una sensibilidad increíble, hemos trabajado en varios proyectos ahora y sí tiene una sensibilidad especial. Le escribí un correo electrónico para pedirle que me dejara usar la historia para mi ópera prima. Durante cuatro años estuvimos trabajando el guión, retocando, para reflejar realmente nuestra posición ante el tema, de la relación de los dos personajes.

La protagonista sale de su pueblo natal, huye, pero sus demonios la acompañan.

En la película trabajamos la idea de el regreso al pasado, quieres huir de tu historia, intentas olvidar pero llega otra vez a tu puerta. Debes confrontarlo, ése es el punto de partida del arco dramático. Fue super rico hablar con la actriz que interpreta a Ana y que los dos entendiéramos a la par cómo debía ser la construcción del personaje, la manera en que se sentía ella. Hay dos partes, el punto de vista narrativo, elegimos no tener un punto de vista moral, suprimirlo para poder entenderlos mejor. Y por otro lado, está lo que siente el personaje. Hicimos un trabajo muy preciso de desglose escena por escena, para entender que al final había cierta redención. Luche por tenerla, sentía que había que regalarle al personaje cierta tranquilidad. Porque la felicidad es un concepto muy extraño. El personaje termina tranquilo con su pasado y su deseo.

Con David Calderón, que viene del teatro, el proceso fue muy diferente. Él es más intuitivo, entendía el personaje desde su experiencia de vida, le regaló muchas cosas al personaje. Estoy muy agradecido con ambos actores.

Son dos personajes muy diferentes, casi opuestos.

Uno de los ejes en la relación de Ana y Juan es que la razón principal por la que no funcionan juntos es que son muy diferentes, se plantea la idea de que todos como espectadores y los que hicimos la película podemos identificarnos con eso. Todos hemos tenido una relación que sabes te hace daño, no debes estar ahí, pero es un círculo de codependencia, no puedes salir de eso. Un poco es que no eliges a quién amar. Debes dejarte llevar por el océano, es algo que no puedes controlar, ahí estás. Es dificil para ellos, pero no debe ser algo por lo que deban ser juzgados. Todos hemos estado en una relación que, para bien o para mal, no es correcta. Por la edad, el poder, género, sexo, hay una serie de cosas que la sociedad dice que están mal.

Ella parece haber madurado, él se comporta como el mismo adolescente.

Totalmente. Hay esta idea de que el personaje de Juan sigue clavado en la adolescencia, él lo dice: las cosas no cambian. Está comprometido con la idea de no cambiar, Ana es lo opuesto: ha intentado cambiar. No van a cambiar quiénes son, pero sí la manera en que se juzgan a si mismos.

No consumar su deseo les impide vivir plenamente.

Una de las metáforas que teníamos cuando hablábamos con los actores de los personajes era ver al sol. Es algo tan fuerte y potente, tan perfecto, que te ciega. Por eso las relaciones imposibles son las más interesantes, porque te queman, te abrasan. Te destruyen y construyen al mismo tiempo. Hay una línea entre el deseo y el amor que de repente se desdibuja. Termina de pronto haciéndote daño, sobre todo por una concepción moral y social. Si tu quitaras a los personajes, de su contexto social, la historia sería otra.

La intención es que el espectador se ponga en los zapatos de Ana y sea cómplice de su deseo, de pronto la película es demasiado neutral, pero hace que te cuestiones tu propia moralidad. ¿Por qué lo que ves es malo? El juego se da con la propia educación de cada espectador, es el juego que me interesaba plantear.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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