8º Los Cabos | La paloma y el lobo de Carlos Lenin

En México –en Latinoamérica–, llevamos demasiado tiempo narrando la violencia que nos rodea y nos asfixia. Tiempo en el que se han creado códigos, arquetipos y lugares comunes. De tanto narrarla, también, nos hemos acostumbrado a verla ahí, en las pantallas: en los noticiarios, las series de televisión, el cine, en nuestros feeds. La vemos desenvolverse como algo terrible que sucede en aquellas esferas, mientras vivimos nuestra cotidianidad. Una especie de desdoblamiento social: no la negamos, sabemos que está ahí, de alguna manera haciendo un ruido que nos esforzamos en mandar a segundo plano.

Mientras tanto vivimos, aprendemos, nos preocupamos por lo inmediato, amamos. Hay quien tiene la fortuna geográfica de ignorar con más facilidad que otros. Hay, también, quienes tienen el terror acechando en las proximidades, permeando hasta el último rincón de sus lugares de trabajo, sus hogares, sus cotidianidades. La paloma y el lobo (Carlos Lenin, 2019) es una historia del amor como estrategia –falible– de resistencia en medio de un contexto de terror.

Los protagonistas viven en una ciudad al norte del país que ha sido gradualmente invadida por la violencia, inmersos en la precariedad y la inseguridad. El día a día está matizado por estas condiciones: no tienen agua, es prácticamente imposible conseguir trabajo, la sociedad está marcada por una sensación de competencia por sobrevivir. Las tensiones del exterior permean de forma inevitable su pequeño departamento, no saben si podrán seguir juntos y, mientras tanto, se abrazan rodeados por el letargo y la zozobra.

Carlos Lenin encuentra maneras de poetizar el desasosiego por el que atraviesan Paloma y Lobo al acercarse a las pieles sudadas, los cabellos despeinados, el reflejo de uno en los ojos del otro, los cuerpos desnudos en el agua. Todos estos elementos encarnan pequeños respiros en medio de un dolor aplastante y ensordecedor, un desahucio del que parece imposible huir. Lo íntimo no sucede al margen del gran conflicto alrededor: por más que los personajes intenten aislarse por momentos es algo que siempre está ahí, latente, esperando estallar.

El futuro para ellos –como para tantos mexicanos más– es nebulosamente desolador. No hay una salida clara ni soluciones discernibles para los conflictos sociales y políticos que afectan a todo el país. Al final, somos individuos frente a una crisis aplastante, avasalladora. A veces, frente a la neblina, lo único que queda, sobre lo único que podemos decidir, puede ser vernos, por el tiempo que dure, en los ojos del otro. El amor convertido en un frágil salvavidas.

Por Ana Laura Pérez (@ay_ana_laura)

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