35 Foro | ‘Príncipe’: Monarquía púber

El afán de impresionar al género opuesto en el cortejo es quizá lo que más dispara la ansiedad entre la población adolescente desde tiempos remotos. Los rituales simbólicos alrededor de tal fenómeno se apoyan en la ostentación y en la exaltación de códigos y valores propios de cada género, que en esta etapa en particular coquetean con la ruptura del orden y la moral, glamorizando la criminalidad y convirtiéndola en una aspiración que abre la puerta a la aceptación. En Príncipe (Prins, 2015) la actividad criminal busca esa nobleza insospechada.

El cineasta holandés Sam de Jong presentó en la pasada edición de la Berlinale este filme, su opera prima, en la que un joven de 17 años llamado Ayoub, quien vive con su hermana y madre mientras su padre vaga como un vil borrachales por toda la ciudad, se enamora locamente de la impresionable Laura. El problema es que la joven está prendada del muchacho más malo de la ciudad, un violento e irascible pandillero de chones flojos, abdomen marcado y pus verbal. Para obtener los favores de Laurita, Ayoub recurrirá a Kalpa, un volátil y exuberante criminal, armado hasta con un fancy pet boy que lo llevará a enfrascarse en un terrible dilema.

Apoyado por Vice, el joven cineasta De Jong presenta un estilo rebosante de ralentíes, cortes rápidos, estilizados movimientos de cámara y un ornamental uso de música hip que rápidamente conecta con el lenguaje audiovisual tan en boga hoy en día, cuyo bagaje inicia a finales de los 80 y se nutre de sus antecesores inmediatos, como los británicos Danny Boyle y Richard Ayoade, el texano Wes Anderson o el quebecois Xavier Dolan. Príncipe rebosa con los vicios más atractivos de todos estos cineastas, así como con sus artificiosos defectos, encontrando de manera esporádica auténticos visos de originalidad y de una idiosincrasia propia. Cuando De Jong deje por completo la pleitesía y abrace la rebeldía, el joven cineasta podría ver su coronación más pronto de lo esperado.

Aunque apresurada y algo torpe en su resolución final, Príncipe expone a una generación la importancia de crear un sistema ético propio e individual que rechaza todo orden preestablecido, incluso el del mundo criminal. Quizá es ahí donde se encuentra la ambigua virtud del filme: Ayoub no se convierte en un héroe por rechazar la venganza ni en un criminal por aceptar el poder simbólico que un arma le confiere; se convierte en el heredero de su ego, el príncipe del yo, incapaz de convertirse en el monarca de su destino.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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