Un misterioso vagabundo de nombre Camiel Borgman (Jan Bigjoevt) sale sorpresivamente debajo de un bosque para huir de unos hombres armados. Andrajoso, mal vestido y con un celular como su única pertenencia de valor (con la que se comunica con otros individuos igual de extraños que él), divaga por las calles de un acomodado vecindario con el fin de pedir ayuda para permitirle tomar un baño.
Con dicho propósito, Borgman llega al hogar de una acomodada familia y su estadía provocará un paulatino disturbio en Marina (Hadewych Minis), ama de casa un tanto sumisa; Richard (Jeroen Perceval), un ambicioso empresario; Isolde, Rebecca y Leo, los tres hijos de la pareja y Stine, una obediente niñera.
Ganadora del premio del jurado en el Festival de Stiges de 2013 y exhibida también en la edición de Cannes del año pasado dentro de la Competencia Oficial, los allanamientos a los hogares han sido una perspectiva cinematográfica explorada por infinitas películas de terror y, de manera más sobria y hace un par de años, por Michael Haneke con Funny Games (1997). Borgman recae en dicha temática y aunque retoma algunos elementos notorios como la forzada intromisión y la figura desconcertante del intruso, se aleja por completo de infundir los sustos típicos.
La cinta es un truculento juego psicológico sembrado en los integrantes de la familia por un protagonista cuya identidad inicial dista de ser la de un indefenso merodeador, aproximándose conforme avanza el metraje a la de un mezquino estratega cuyos verdaderos fines se vuelven un tanto claros en el transcurso de éste, invitando de manera constante a preguntarse sobre sus próximas acciones, su verdadera “profesión”, cómo solucionará los obstáculos y el desenvolvimiento final de su macabro plan.
El cineasta holandés Alex van Warmerdam (Ober, Grimm) entreteje en el guion de su autoría una narración lineal atisbada de surrealismo y una acertada comedia negra sobre la sutil incepción de la maldad que es capaz de provocar disturbios en todo lo que toca y le rodea. La elegancia en su dirección de actores y la nitidez en la fotografía y encuadres terminan por resaltar al misterio, al laberinto de cuestionables acciones de todos los partícipes y el lúgubre destino que aguarda a la familia de Marina.
Las víctimas (transitando de una naturaleza apacible hacia una fría y desconcertantes) terminan por abandonar la cotidianidad familiar para ser envueltos delicadamente por el peligroso carisma y habilidad manipuladora de Borgman, sobre todo a Marina, la mujer que abandona la fidelidad al ingenuo marido que comienza a odiar por “los trucos” del protagonista (quien nunca se percata del motivo de las pesadillas ejercidas sobre ella).
No obstante, los intervalos de la escasa presencia de banda sonora desengancha por momentos con el ya de por sí intrínseco relato, cuyo ritmo funciona mucho mejor cuando se prescinde por completo de melodía alguna. La presencia del escuadrón de compinches de Borgman (igual de misteriosos, malignos, cómicos y tan ladillos como el protagonista), aunque carismática, es un tanto tumultuosa y la exuberancia de la espontánea inverosimilitud por parte de los malévolos actos de la pandilla sobrepasa por momentos al hilo argumentativo medular.
A pesar de dichos detalles, Borgman es una oscura, bizarra, amena y propositiva historia de intromisión psicológica con una atrayente complejidad en su ironía, bien interpretada por su elenco y con una peculiaridad en el cruce entre la realidad de la vida cotidiana y el surrealismo maligno que la enturbia.
Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)