‘Torremolinos 73’: Un afortunado collage

Alfredo es un vendedor de enciclopedias que ve su trabajo peligrar cuando las ganancias de la editorial se han desplomado dramáticamente. Carmen, su esposa, acaba de perder el trabajo que tenía en un salón de belleza.

Alfredo, en medio de su fuerte crisis económica, recibe un ultimátum por parte de su jefe: o se dedica a protagonizar con su esposa películas pornográficas caseras para venderlas en los países escandinavos como una “enciclopedia audiovisual de la reproducción en el mundo”, o la editorial ya no va a requerir más de sus servicios.

Carmen, inspirada en su fuerte deseo por tener un hijo, y Alfredo, inspirado en sus ganas de convertirse en director de cine, aceptan la oferta y en poco tiempo se convertirán, sin estar conscientes de ello, en estrellas pornográficas muy famosas en Escandinavia; mientras Alfredo logra conseguir financiamiento para filmar una película inspirada en el cine de Ingmar Bergman.

El bilbaíno Pablo Berger dirigió en 2003, antes de su maravillosa Blancanieves (2012), su ópera prima basada en hechos reales Torremolinos 73, una tragicomedia muy inteligente donde retrata e incluso llega a parodiar, sin caer en la crítica, varios aspectos de la vida en España a principios de los setenta.

Berger sitúa su historia en medio de una sociedad española a punto de salir del franquismo pero que todavía estaba inmersa en ideologías retrógradas y conservadoras; y es gracias a que ese pensamiento cuadrado choca con la actitud liberal de sus personajes que la parte cómica de la película funciona demasiado bien.

En primera la forma en cómo Alfredo se niega rotundamente a poner a Carmen en esa situación; ninguna persona más que él ha visto a su esposa desnuda “tocándose los tobillos”, y bajo ninguna circunstancia nadie más lo hará. “San se acabó, no lo vamos a hacer y ya está” le decía, pero cualquiera es capaz de olvidarse por un momento de toda moral y pudor cuando se tiene un incentivo de cincuenta mil pesetas por video.

Cuando por fin se deciden a formar parte del universo del porno casero llega el momento de aprender algunas mañas y movimientos a manos de Frida, una actriz porno profesional y Erik, un director danés que fue primer asistente de Bergman.

A Carmen le cuesta trabajo despojarse de su ropa frente a Frida, “Lo importante para hembra no es vestir para hombre, si no quitar ropa para hombre” le explica la maestra a la pobre novata que, inundada de inseguridad y timidez, tarda una eternidad en desnudarse, además de que dobla y acomoda su ropa cuidadosamente mientras se cubre sus partes blandas penosamente.

Alfredo, por otro lado, debe aprender de golpe cuales son los encuadres e iluminación adecuados para filmar a una pareja que tiene relaciones sexuales y lograr mostrar, de manera digna, los diferentes aspectos que todos quieren ver cuando miran pornografía.

Y finalmente, ya cuando aprendieron todo lo que había por aprender, llega el momento de la verdad frente a la cámara. Su primer video fue un desastre, como era de esperarse, pero la pareja evoluciona poco a poco hasta perfeccionar su técnica y a variar sus experiencias sexuales que van desde la cama hasta el cuarto de lavado, y con distintas personificaciones, una novia, una enfermera, un repartidor de gas, etc.; todo esto siempre bajo la incrédula mirada de su mojigata y chismosa vecina.

A pesar de que llega un momento que a nuestros héroes se les quita completamente  la vergüenza y ya ni notan que la cámara los filma, ellos finalmente son un par de santurrones que tienen una relación de amor y respeto que ya quisieran tener muchos matrimonios actuales.

Para ellos no existe nadie más, están endiosados mutuamente y no hay nada mejor que esa cariñosa relación que tienen (incluso Alfredo se masturba para dar al doctor una muestra de esperma y, a pesar de estar encerrado en un cuarto lleno de fotos de mujeres desnudas, lo hace con la mirada fija en una foto de Carmen).

La película hasta aquí disfrutable y llena de risa tras risa. Pero cuando las dificultades aparecen a la hora de no poder lograr sus sueños, Carmen y Alfredo, comienzan a olvidar todo ese amor y todo ese respeto que se tienen. El matrimonio entra en una fea crisis cuando ese sexoso camino que decidieron tomar termina por absorberlos.

Berger juega con los sentimientos del espectador, los destroza cuando, de golpe y sin avisar, entra en el lado dramático de la historia. Toda la gracia y toda la empatía que nos hizo sentir por Alfredo y Carmen desaparecen y nos deja esa fea sensación en el estómago de desilusión con un apabullante final.

Son muchos los aspectos que nos muestra Berger en su ópera prima, en primera la ya mencionada sociedad española, una sociedad cerrada, introvertida, dañada todavía por todas las ideologías políticas y religiosas impuestas por el franquismo.

Critica, aquí sí, a la naturaleza humana ¿Hasta dónde somos capaces de llegar por dinero? ¿Qué tanto estamos dispuestos a sacrificar lo único que tenemos, lo único que amamos, nuestra razón de vivir, para poder alcanzar nuestros objetivos? Somos capaces de degradarnos, de rebajarnos, de perder nuestra dignidad y valores cuando vemos que no somos capaces de tener lo que queremos.

Critica también la poca moral de la gente de arriba, de los jefes, cómo a base de engaños, de mentiras, bajo la amenaza de “o lo haces o te vas” obligan a sus empleados a hacer cosas que normalmente no harían, pensando siempre en el bien de la empresa, en el de ellos, sin ponerse a pensar en el daño que pueden causar a sus subordinados y sus familias.

Hace un homenaje a Ingmar Bergman al mencionarlo, al tomarlo como referencia, al mostrar segmentos de sus más célebres películas, el personaje de Alfredo se obsesiona con él al grado de inspirarse en su trabajo para escribir un guión y dirigirlo, torpemente, pero dirigirlo finalmente. Bergman pasa a ser un personaje más dentro de la historia. Incluso el mismo Berger ha declarado que Bergman es una inspiración, una influencia.

Torremolinos 73 es una de esas películas donde se nota que el director tenía mucho que decir pero poco tiempo para hacerlo. Por eso digo que esta película es  un collage. Aparentemente es una simple comedia española, pero la verdad es que es un conjunto de varios discursos dichos de manera sobresaliente disfrazados de tragicomedia.

El diseño de arte es extraordinario, realmente nos transportan a los años setenta con la ropa, los peinados, la tecnología, los autos, la música, etc. Además que la fotografía a cargo de Kiko de la Rica, parecida a como se veía la imagen en aquellos tiempos, también es excepcional.

La actuación de Javier Cámara como Alfredo es también digna de comentarse. La forma en que interpreta a ese hombre que sabe que no puede aspirar a más, que está a punto de ser un fracaso en la vida, pero que nada importa mientras esté junto a su esposa; y un día le mueven el tapete sin previo aviso y tiene una segunda oportunidad de ser y hacer todo lo que siempre quiso, aunque eso requiera renunciar a sus principios.

Candela Peña como Carmen tampoco se queda atrás con su interpretación de esposa fiel, cariñosa, sumisa e insegura, que está dispuesta a cualquier cosa con tal de ver a su marido feliz. Poco a poco se resigna a adoptar el nuevo modo de vida que se les presentó, pero su mirada siempre va a mostrar ese asco y ese desprecio que siente por lo que hace.

Incluso cabe mencionar la participación de Thomas Bo Larsen y del mismísimo Mads Mikkelsen quien, si tal vez su carrera todavía no despuntaba internacionalmente, su nombre ya tenía peso en Dinamarca.

Torremolinos 73 es una gran película, un gran inicio para la carrera de Pablo Berger que ya demostró con Blancanieves que todo lo bien lograda que está su ópera prima no fue casualidad, en verdad es un muy buen director de quien considero que sus dos largometrajes son, sin duda, de lo mejor que ha habido en el cine español en los últimos años.

Por Luis Arredondo

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