Siempre he pensado que una película puede ser “buena” no sólo por su fotografía, guión o temática. Observar con otros ojos cómo se ejemplifica fríamente eventualidades, problemas sociales y la encarnación de la sociedad en la pantalla grande por medio de sonidos e imágenes verbalmente indescriptibles. Uno de los directores de cine alternativo e independiente de la segunda mitad de la década de los 90, Harmony Korine, es un ejemplo a esta premisa.
A la edad de 24 años, Harmony Korine presenta su ópera prima, Gummo (1997), una película que podría ser la entrada a un mundo distinto, cruel, frío y enfermo, si es que éste no existiera. Un filme que retrata encuadre tras encuadre la rabia, agresividad y el ruido social al estilo audiovisual de este creador.
El argumento se centra en las acciones y la vida de unos jóvenes de Xenia (Ohio), después de haber sufrido los desastres de un tornado (cabe destacar que la película fue rodada en Nashville, Tennessee). Las situaciones en las que se ven inmersos los personajes son traducidas a un lenguaje visual sucio, intenso y desagradablemente real.
Las historias, ya sean ficticias o reales representan temas conflictivos, problemas sociales y la realidad misma, como drogadicción, violencia juvenil, maltrato animal, prostitución, abuso a menores, homosexualidad, cáncer…, eventualidades que por medio de distintos formatos en la grabación (super 8, video 16 mm… ), audios, tonalidades y matices, estilizan la situación aunque sea difícil de digerir.
El filme entrelaza el argumento y estos temas que sacuden la moral y provocan en el espectador la incomodidad con historias, como la de un padre que prostituía a su hija. Sin embargo, el ruido y resplandor enfermizo que Gummo transmite, radica en algunas de las secuencias que no son explícitamente perturbadoras pero acaban provocando un esguince mental.
El impacto de ver a unos niños matando de cruel manera a unos gatos, es equilibrado con la escena de una hombre en estado de ebriedad que se encuentra en una reunión y termina practicando lucha libre con una silla.
La provocación, el descontrol mental y la rareza de las imágenes que Harmony Korine recrea en Gummo, le funcionó para seguir explorando la misma vía en Julien Donkey-Boy (1999), en la que indaga la vida de un esquizofrénico; Mr. Lonely (2007), filme que presenta la vida de diferentes personas que se hacen pasar por famosos y viven en una casa; Trash Humpers (2009), un proyecto sólo para estómagos fuertes y mentes abiertas, que muestra a personajes esperpénticos realizando acciones bizarras una y otra vez.
Y Spring Breakers (2012), un relato “inspirado por una energía sin lógica”, en la que el director buscó captar un salvajismo en el que el tiempo es lo de menos, donde la música electrónica, el sonido de una pistola cargada, colores brillantes, drogas, violencia y alcohol, se unen para ser la película más conocida de Korine.
¿A dónde se dirige Harmony Korine con estas secuencias, ahora que es parte del sistema? ¿Regresará a buscar nuevas sensaciones en personas que tengan el estómago suficiente para ver algo tan crudo?
Observar cada encuadre, secuencia tras secuencia y no ponerle pausa, es disfrutar de una película que va más allá de los efectos especiales o las actuaciones, es tener la sensación de estar ante un producto que juega con tus emociones y vísceras. Olvidar que sólo es una película y que las situaciones son reales. Que en alguna parte, hay algún chico con orejas de conejo que espera a que algo nuevo suceda.
Life is beautiful. Really, it is. Full of beauty and illusions. Life is great. Without it, you’d be dead.
Gummo, Harmony Korine
Por Sofía Huerta (@Sophia_Huerta)