De terminators terminados y franquicias oxidadas

En la actualidad preguntarse el por que se deben seguir estirando y exprimiendo franquicias que ya pasaron su fecha de caducidad es un lujo que los estudios de Hollywood no se pueden dar. Hay que meterle mas fruta a la piñata a como de lugar. La respuesta inmediata es por supuesto dinero, ¿acaso alguna vez no lo es? Seria absurdo pretender que todo película es nueva, desde las cintas de horror de Universal y las de Hammer, pasando por varias franquicias que han visto múltiples episodios a lo largo de los años. No es totalmente ajeno al mundo del cine el continuar franquicias que han demostrado su aceptación en el publico. En el caso de Terminator hablamos de una saga que ha tenido dos cintas en los últimos quince años, más una serie de televisión. El interés existe, aun cuando a nivel conceptual pareciera que esta franquicia ya dijo desde sus dos primeras películas todo lo que podía decir.

El resurgimiento de series como Mad Max y Jurassic Park sin duda debe tener a varios optimistas. Si bien estas cintas gozaron de bonanza taquillera, en el caso de la segunda, y de critica, la primera, el semáforo debe seguir en un cauteloso naranja para otras sagas. Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, 2015) demostró tener varias cosas que decir sobre nuestros temores y sueños, sobre el mundo del futuro. Mundo Jurásico (Jurassic World, 2015) consolidó una vez mas a los dinosaurios como seres que siguen capturando la imaginación de los hombres. Bestias casi míticas que alguna vez pisaron nuestro planeta. La pregunta para la nueva entrega de Terminator es clara: ¿tiene realmente algo que decir este nuevo capitulo de una saga claramente oxidada, cansada y propensa a repetirse a si misma?

Hablar de Terminator es hablar de las primeras dos cintas, particularmente de la estrenada en 1984. La piedra angular de este relato de acción y horror es un futuro probable que ideó un técnico de efectos especiales llamado James Cameron, con una buena inspiración de cierto autor de ciencia ficción, al cual el director de El secreto del abismo (The Abyss, 1989) tendría que remunerar luego de una inevitable demanda. El primer largometraje contaba con un emergente fisicoculturista europeo en el centro de la historia (Arnold Schwarzenegger), un universo narrativo de neón ochentero, calles oscuras y un ser inhumano que no para ante nada. Como bien lo explica el soldado traído del futuro para detenerlo, no se puede razonar con una maquina.

Es aquí donde todas las ideas que serian recicladas en futuras entregas son presentadas con claridad. El viaje en el tiempo como catalizador de eventos, planteado de una manera nítida, sin complicarse con todas las implicaciones que pueden conllevar las alteraciones en el espacio tiempo. Siendo la persecución interminable del ente artificial tras la madre de un futuro líder el meollo del asunto. La secuela estrenada en 1991, y la última entrega con Cameron detrás de la cámara, profundizaría un poco mas en el cómo y por qué de ese futuro donde organismos de vida sintéticos son no sólo una realidad, sino también una amenaza palpable hacia sus propios creadores.

¿Pueden hacer eco estos temas en un presente donde la tecnología es algo dado por sentado? Viendo el trailer de la ultima entrega, a todas luces una suerte de remake múltiple de las dos primeras cintas y a su vez una nueva historia, parece que la respuesta va a ser un rotundo no. Así como su estrella, el ex-gobernador de California, la fatiga y deterioro es evidente en cada imagen. Ni los efectos especiales, en su momento revolucionarios y dinámicos, ahora son sólo una raya mas al tigre tedioso, gris y poco creativo, bestia de efectos computarizados que pareciera más anestesiar los sentidos que estimularlos.

Incluso cuando Terminator 2 – El día del juicio presentaba un ambiente más seguro, careciendo del filo y peligro de la primera película, aun se podía percibir una energía vital fluyendo de los personajes y las secuencias de acción. Las frases juveniles exclamadas en boca de Mr Olympia, y la banda sonora con el grupo dominante de aquellos años: Guns N Roses, tenían su relevancia y significado. El espectro de un fin del mundo y el levantamiento de seres sin consciencia humana, se sentía como un escenario plausible e inquietante. Así como otras grandes series caídas en gracia, la autoparodia no tardo en hacerse presente. Para cuando la tercera entrega apareció en cines, Terminator 3 – La rebelión de las máquinas (Terminator 3: Rise of the Machines, 2003), usando una vez más la misma premisa, maquinas viajando al pasado para matar al mismo personaje, ya todo era una burda imitación. Una pálida sombra de la sombra. Ni hablar de lo que seguiría después con Terminator – La salvación (Terminator Salvation, 2009), dirigida por otro merolico de videos musicales convertido en director de largometrajes. Enlodada permanentemente por un infame caso del actor principal y su histrionismo detrás de cámaras. Ya distantes las imágenes de la maquina, desnuda en su fría negrura, persiguiendo a los dos personajes principales en el acto final. Lejos la masacre en la estación de policía, lejos ya la fascinación de ver la carne y el metal entrelazados de una forma tan espontánea y orgánica.

James Cameron, ocupado actualmente con su proyecto fetiche de vanidad y trucos fílmicos huecos, no tiene ya vela en este entierro. Arnold intentando una y otra vez hacer un retorno al cine que se antoja aun opaco y ya poco bienvenido. Las maquinas totalmente pasando desapercibidas en un mundo que entiende por maquina un teléfono “inteligente” que toma fotos que te hace picar bolitas de colores por igual. El verdadero Apocalipsis que esta saga advirtió, mas no precisó, es que las maquinas nos esclavizarían de una forma mas sutil, pero igualmente letal. Impulsadas por el puño de la banalidad humana, nuestros pequeños y lastimeros egos, nuestra necesidad de anunciarle al mundo lo solos y necesitados de afecto que estamos. Ahí están las  maquinas junto a nosotros, documentando nuestras tristes y ridículas existencias. Sonriendo sin que nosotros lo notemos ante cada frivolidad proyectada en estas, de nosotros hacia el mundo. Ésa es la mayor victoria de las maquinas, exponer nuestros puntos débiles a la vista de todo el mundo. Ya no tienen que perseguirnos, nosotros las perseguimos.

Por Rubén Martínez Pintos (@SartanaDjango)

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