‘Terapia de riesgo’: El juego de la serotonina

Tomamos un pequeño frasco de estéril apariencia, después de forcejear un poco con la delgada taparrosca por fin tenemos acceso a la pequeña pastilla. La observamos detenidamente por unos cuantos segundos antes de engullirla y pasarla con agua. Tomamos el frasco de nuevo y notamos que el fabricante del medicamento es ya conocido, nos sentamos a esperar que “haga efecto” o nos disponemos a hacer alguna otra actividad mientras el mentado efecto surge.

Lo que viene es una serie de sutilmente trastornadores efectos que comienza con reacciones conocidas hasta llevarnos a una exquisita y discreta convulsión. Terapia de riesgo (Side Effects, 2013), la nueva cinta del polifacético cineasta estadounidense Steven Soderbergh (una suerte de Howard Hawks contemporáneo) que amenaza con retirarse después de ésta y su siguiente cinta, Behind the Chandelabra. No más tachas para sus devotos junkies.

Su nueva receta incluye un guión del talentoso Scott Z. Burns (Rise of the Planet of the Apes) que nos dora la píldora a un fuego lentísimo hasta reventar de manera inesperada. En esta aséptica cinta, Emily Taylor (taciturna Rooney Mara) recibe a su marido recién salido de la cárcel (Channing Tatum, sin andar sudando tangas esta vez) que cumple su condena por fraude millonario.

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Debido a un intento de suicidio godardiano (EXIT), termina siendo atendida por el galante Dr. Jonathan Barks (Jude Law), exitoso psiquiatra asediado por las grandes farmacéuticas para promocionar una nueva droga. Cuando el ecléctico coctel de antidepresivos lleva a Emily a cometer un crimen que homenajea a Sisters de Brian de Palma (1973) en alter ego neurótico, el Dr. Banks empieza a sentir calor en su cómodo sillón y comienza a investigar más sobre la paciente y su relación con su psiquiatra anterior, Victoria Siebert (resbalosa Catherine Zeta Jones).

Soderbergh nos lleva de la mano cuidadosamente en una cinta que, a la manera de los efectos de un poderoso antidepresivo, altera bruscamente la expectativa del paciente. Terapia de riesgo comienza como un delicado estudio de caso que pasa a ser un comentario sobre la poderosa jerarquía psiquiátrica y sus eminentes discursos y posiciones de poder simbólico para evolucionar en un intenso thriller legal que culmina en un flemático coctel a la De Palma, preparado con finura y sin el menor exceso visual. Tan corrosivo es este efecto De Palma que hasta el score de Thomas Newman termina por evocar dulcemente los acordes y percusiones de Pino Donaggio.

Soderbergh mantiene intacta su característica paleta visual de deslavados colores y acentuadas penumbras y los pone al servicio del guión y evita las simplezas del exceso y la exageración de la enfermedad mental, confiando en su más grande virtud: la mesura.

En un momento de la cinta, el Dr. Banks (Law) describe al antidepresivo como aquello que convence a la serotonina (neurodepresor) que no estamos tristes, el engaño químico perfecto del cual tomamos consciencia. Terapia de riesgo es una cinta que juega con nuestras expectativas y nos engaña de la misma manera que el antidepresivo hace de nuestro organismo su burla. Y aunque revise y lea cada detalle del frasco, el efecto de este poderoso medicamento en su organismo, es simplemente, impredecible. El médico desprende la receta, la firma rápidamente y la entrega al paciente, agenda una cita en quince días y concluye:

La secretaria le cobra. Sí tiene seguro, ¿verdad?

 Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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