‘Spring Breakers’: Bikinis al ritmo de dubstep

No me gusta mucho hablar de soundtracks si no he visto su funcionamiento dentro de la película. Es complicado. Juzgar a la banda sonora aparte es un ejercicio que creo no se debe hacer, debido a que está hecho para complementarse con las imágenes que corren dentro de la pantalla. Un soundtrack memorable lo hace esa conjunción de imagen y sonido que lo convierte en único, o en un ejercicio no tan afortunado. Sin embargo, muy a pesar de mi teoría, hay varias cosas que se deben decir al momento de hablar de un soundtrack como el de Spring Breakers.

Harmony Korine es, a ojos del público promedio, un cineasta que se encuentra, quizá, en el mismo lado que otros como Michael Haneke. Un dibujante de cuadros que cuenta historias que nadie quisiera escuchar y que lo hace de una manera que pocos quieren ver. Su guión de Ken Park está lleno de momentos que provocan disgusto en la audiencia que lo está mirando, pero también está plagado de una lastimosa tristeza que rodea a cada uno de los personajes como un conjunto, son personas con una cultura definida por el resto de sus contemporáneos, como en Kids. Lo dice Randall Poster en entrevista para Pitchfork, Korine es semejante a Skrillex: “They don’t avoid the pop element”.  Yo no soy muy fan de Skrillex, pero de Korine no hay que duda.

En el soundtrack  de Spring Breakers, Randall y Korine reclutaron a Skrillex como compositor principal, acompañado del veterano Cliff Martinez. No es una suposición difícil. Martínez se encargó de la banda sonora de Drive hace apenas algunos años y Skrillex es un reflejo perfecto de la sociedad de hoy. Algún día leí que si se quiere saber acerca del comportamiento de la adolescencia en la nueva década del nuevo siglo habría que ir a un concierto de él. Nunca he ido. Sin embargo, las lecturas que lo avalan dicen que se trata de un show en donde los espectadores hacen todo menos poner atención firme a la música que se está generando. La generación en la que vivimos es una en donde las personas cada vez más demeritan el trabajo de sus camaradas.

Spring Breakers es un caso curioso. Sin haber visto la película, el mundo del internet se volvió loco por lo que representa. Korine es un perfecto destructor de generaciones, preciso convertidor de ellas en un retrato que sólo él mira y que el resto apreciará después. Spring Breakers es un fenómeno pop, antes de ser vista por el mundo. Un secreto a voces que se grita por los afortunados espectadores y se recicla por los que no lo somos tanto. No es casualidad. El haberse involucrado Skrillex y Martínez es parte de lo que nos quieren comunicar. Dos de los artistas que más están en boca de la última década. Spring Breakers es un ejercicio que triunfa incluso antes de invadir la pantalla.

Es un ejercicio espléndido de mercadotecnia. Los involucrados en su banda sonora, así como el increíble tráiler que lo acompaña, está dotado de lo que cualquier persona de la generación post-MTC1990 acostumbra. A cualquiera nos suena extrañamente familiar. Selena Gómez y Vanessa Hudgens en bikini son el encaje generacional. A todos nos encantar verlas en bikini y con pistolas. Korine es un perfecto manipulador de ideas y de su público en general.

El soundtrack, en realidad es una mezcolanza generacional entre tiempos que conforman el colectivo público que habrá de ver la película. Entre ejercicios de Skrillex que no dicen otra cosa, sino el entendimiento de que cualquier fanático (que son millones) de él acudirán a verla, como el reflejo de los tiempos basura en los que vivimos. Como Pattinson en Cosmopolis o Eva Mendez en Holy Motors. Lo mismo Gómez y Hudgens para lo que suponemos el papel que ambas tomarán.

El soundtrack está lleno de ejercicios que se acomodan con la teoría inicial. Incluso en las incursiones de hip hop, que no hacen otra cosa sino reflejar el estado de autoridad que Franco ejecutará en la película, con su parecido estético a Riff Raff. De nuevo, no es coincidencia cuando éste está involucrado en la sonoridad de las imágenes. Korine refleja a la perfección un escenario que no le es ajeno. A nosotros tampoco. Un escenario en donde hay mujeres con pistolas en la mano, con bikinis fluorescentes, rap y corrupción que huele a diversión más que a decepción. Korine vuelve a hacer de las historias incontables algo de lo que se puede sacar jugo psicológico. Sin ver la película, el soundtrack cuenta una historia que se reflejará en cualquier reseña de ella. Un retrato pop para nuestros tiempos pop.

No hay mucho que indagar en cada una de las canciones que conforman el disco. Una tras otra nos llevan por un viaje en el que el tráiler ya nos ha inmiscuido. Un viaje en donde prevalecen las antiguas fantasías de primitivos adolescentes, hoy palpitantes. Donde convergen con actuales adolescentes que se encuentran en el borde del tramo generacional. Un disco que tiene valor más por lo que representa, que por cómo se ve en pantalla.

Insisto en que no he visto la película hasta el día de hoy. Sin embargo, el soundtrack deja un sabor de boca que pocos dejan ahí afuera. Nos cuenta la película entera en un montón de piezas que nos suenan familiares en extraño sentido. Algún día llegará la cinta completa a los cines. Y entonces les diré si Skrillex es tan pop como se presume en un inicio. Korine lo ha sido a lo largo de su filmografía. La música es algo menos complicado, uno espera que lo logre con creces de la misma manera que su aliado principal.

Por Joan Escutia (@JoanTDO)

    Related Posts

    ¿Qué estrena la Cartelera?
    MUBI Presenta: ‘Amour’ de Michael Haneke
    Diarios del FICM – Cancionero fílmico
    Cannes, día 6: Finales felices
    ¿Quién ganará la Palma de Oro en el Festival de Cannes?
    MUBI Presenta: ‘El listón blanco’ de Michael Haneke

    Leave a Reply